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5 de agosto de 2025 a las 04:05

Niña sobrevive a caída en barranco de Milpa Alta

La angustia se podía palpar en el aire. El silencio de la tarde en San Lorenzo Tlacoyucan, uno de los doce pueblos originarios de Milpa Alta, se rompió con los gritos desesperados pidiendo auxilio. Una niña, apenas una adolescente de 13 años, había caído a un barranco. Cinco metros de profundidad, una eternidad para quienes la esperaban arriba, con el corazón en un puño. La tierra húmeda, traicionera, había cedido bajo sus pies mientras buscaba unas llaves junto a su madre. En un instante, la tranquilidad se transformó en una pesadilla.

La noticia corrió como la pólvora. Vecinos, familiares, todos unidos por un mismo objetivo: rescatar a la joven. Las llamadas a emergencias se multiplicaron, la frecuencia de radio policial vibraba con la urgencia del caso. En cuestión de minutos, el Camino a San Marcos y el Callejón 5 de Mayo, se convirtieron en el epicentro de una operación de rescate contrarreloj. Más de una docena de oficiales de la SSC llegaron al lugar, sus sirenas aún resonando en el aire. Con la precisión de un reloj suizo, utilizando comandos de voz, lograron ubicar el punto exacto donde la menor yacía, atrapada en las entrañas de la barranca.

La madre, con 39 años a cuestas y una angustia que le carcomía el alma, relató a los oficiales los instantes previos al accidente. La búsqueda de unas llaves, la tierra resbaladiza, el grito desgarrador de su hija… cada palabra era un puñal que se clavaba en el silencio. La espera por el equipo especializado se hacía eterna. Cada segundo contaba. Sin dudarlo, varios oficiales, movidos por un instinto de protección y un valor inquebrantable, comenzaron a descender por el terreno escarpado. Un descenso peligroso, una lucha contra la gravedad y el tiempo.

Poco a poco, más policías y vecinos se sumaron a la tarea. Unidos por la solidaridad y la esperanza, formaron una cadena humana, una muralla contra la adversidad. Mientras algunos retiraban maleza y basura para despejar el camino, otros sujetaban las cuerdas que se tensaban con cada movimiento, cada esfuerzo. La tensión se podía cortar con un cuchillo.

Finalmente, tras una ardua labor, la adolescente fue extraída de la torrentera. Un suspiro colectivo de alivio se escuchó entre los presentes. Los paramédicos de Protección Civil, ángeles de la guarda en medio del caos, le brindaron las primeras atenciones. El diagnóstico: traumatismo craneoencefálico y una probable fractura de clavícula derecha. La batalla no había terminado. Era necesario un traslado rápido y seguro.

Y entonces, surcando el cielo de la Ciudad de México, llegó la esperanza con alas: los Cóndores de la SSC, especializados en traslados de emergencia. Con la precisión de un cirujano, la menor fue asegurada en la aeronave. Durante el vuelo al helipuerto del Hospital General de Milpa Alta, en Santa Cruz, los paramédicos a bordo monitorearon constantemente su estado de salud, cada latido, cada respiración.

La entrega al personal médico en tierra fue un relevo en la carrera por la vida. Sin perder un segundo, la joven fue trasladada vía terrestre al Hospital Pediátrico de Legaria, en la colonia Pensil Norte. Allí, la esperaban los especialistas, las instalaciones y la tecnología para brindarle la atención que necesitaba.

La historia de esta joven es un testimonio del valor, la solidaridad y la eficiencia. Un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, la esperanza puede surgir de las manos, los corazones y las alas de quienes dedican su vida a protegernos.

Fuente: El Heraldo de México