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5 de agosto de 2025 a las 09:40

Domina la Textura

La aparente contradicción entre la disminución de la pobreza y el aumento de la violencia en 2024 nos obliga a reflexionar sobre cómo procesamos la información y cómo construimos nuestra visión de la realidad. La simplificación, alimentada por la inmediatez de las redes sociales y la vorágine informativa, nos lleva a conclusiones apresuradas y a un reduccionismo que impide comprender la complejidad del panorama social. Celebrar la reducción de la pobreza es legítimo, como también lo es la preocupación por el incremento de los homicidios. Pero quedarnos en la superficie, en la cifra aislada, sin profundizar en el contexto, es un flaco favor a la construcción de un debate público informado y productivo.

El INEGI, fuente de ambos datos, nos proporciona las herramientas para ir más allá de los titulares sensacionalistas. Al analizar la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares, descubrimos matices cruciales: si bien la pobreza se redujo, también lo hizo el crecimiento económico. Este dato nos invita a preguntarnos sobre la sostenibilidad del modelo económico y las posibles consecuencias a largo plazo. Asimismo, el acceso a la salud pública se vio mermado, lo cual plantea interrogantes sobre la calidad de vida de la población, incluso de aquellos que superaron el umbral de la pobreza.

Por otro lado, el informe sobre defunciones por homicidios revela una realidad heterogénea. El incremento de la violencia no se distribuye de manera uniforme en el territorio nacional. Mientras algunos estados experimentan aumentos alarmantes, otros registran descensos significativos. Esta disparidad geográfica nos exige ir más allá de la cifra nacional y analizar las particularidades de cada región, las estrategias de seguridad implementadas y los factores socioeconómicos que inciden en la violencia.

La insistencia en reducir la realidad a una sola cifra, a un titular impactante, nos impide comprender la complejidad de la situación. Nos convierte en espectadores pasivos, incapaces de discernir entre las buenas y las malas noticias, y nos empuja a tomar partido en bandos ideológicos que simplifican el debate público. El oficialismo, aferrado a la reducción de la pobreza, ignora el problema de la violencia. La oposición, por su parte, se centra en el aumento de los homicidios, desconociendo los avances en materia de justicia social. Esta polarización, alimentada por la simplificación y la falta de análisis, nos aleja de la construcción de soluciones integrales.

La verdadera inteligencia, como apuntaba Fitzgerald, reside en la capacidad de mantener dos ideas opuestas en mente al mismo tiempo y seguir funcionando. Necesitamos un debate público que abrace la complejidad, que reconozca los avances y los retrocesos, que analice las cifras en su contexto y que busque soluciones integrales a los problemas que aquejan a nuestro país. De lo contrario, seguiremos atrapados en un México de caricatura, plano y monocorde, incapaces de comprender la textura de nuestra realidad social. Es hora de trascender la polarización y construir un diálogo basado en el análisis, la reflexión y la búsqueda de soluciones que beneficien a todos los mexicanos.

Fuente: El Heraldo de México