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5 de agosto de 2025 a las 09:25

Desentrañando la Política

La democracia estadounidense se encuentra en un momento crucial, una encrucijada donde la pugna por el poder se libra no solo en las urnas, sino también en los mapas. La reciente huida de los legisladores demócratas de Texas, un acto desesperado para bloquear una ley de redistritación electoral impulsada por los republicanos, ha puesto de manifiesto la profunda polarización que atraviesa el país. Este éxodo político, una imagen que evoca la fragilidad del sistema, es solo la punta del iceberg de una estrategia que se replica en otros estados, como Florida, Ohio y Missouri, donde las mayorías republicanas buscan blindar su dominio en el Congreso.

El fantasma del gerrymandering, un término bicentenario que describe la manipulación de los distritos electorales para favorecer a un partido, se cierne sobre la legitimidad del proceso democrático. Si bien la redefinición de distritos es un procedimiento legal que se realiza cada década tras el censo, su utilización como herramienta partidista para asegurar la victoria electoral genera una profunda desconfianza en la imparcialidad del sistema. La denuncia de los demócratas, que acusan a los republicanos de perjudicar desproporcionadamente a las minorías latinas y afroamericanas, añade una capa adicional de complejidad a este conflicto.

Imaginen un mapa electoral dibujado con la precisión de un cirujano, donde las líneas que delimitan los distritos no buscan representar la distribución demográfica, sino fragmentar y diluir el voto de la oposición. Este es el poder del gerrymandering, una práctica que, aunque legal, se presta a la manipulación y distorsiona la representatividad del electorado. La imagen de la salamandra, que dio origen al término, se ha convertido en un símbolo de la deformación del sistema electoral, un recordatorio de cómo la búsqueda del poder puede corromper incluso los mecanismos más básicos de la democracia.

La batalla por el control de los distritos electorales se libra con la misma intensidad que la lucha por la Casa Blanca. Los republicanos, amparados en su mayoría en el Congreso y un Poder Judicial favorable, buscan consolidar su dominio de cara a las elecciones intermedias de 2026. La declaración del expresidente Trump, quien se jactó de la posibilidad de ganar cinco escaños gracias a la redistritación en Texas, revela la crudeza de esta estrategia. No se trata de representar la voluntad popular, sino de moldear el mapa electoral a su conveniencia.

Mientras tanto, los demócratas evalúan la posibilidad de replicar esta táctica en estados como California, Nueva York y Nueva Jersey, lo que podría desencadenar una escalada en la guerra por el control del mapa político. Este escenario, donde ambos partidos recurren a las mismas prácticas cuestionables, plantea interrogantes sobre la salud de la democracia estadounidense. ¿Se está convirtiendo el gerrymandering en la nueva norma? ¿Se erosionará la confianza de los ciudadanos en un sistema que parece estar manipulado en su contra?

La polarización política que divide a Estados Unidos se manifiesta no solo en los discursos incendiarios y las noticias falsas, sino también en las estrategias más sutiles, como la redefinición de los distritos electorales. Esta lucha por el poder, librada en los mapas y en las cortes, tiene el potencial de transformar profundamente el panorama político del país. El futuro de la democracia estadounidense depende, en gran medida, de la capacidad de sus líderes para superar la tentación de la manipulación y garantizar la integridad del proceso electoral.

Fuente: El Heraldo de México