
5 de agosto de 2025 a las 09:35
Descubre la magia de México
La reciente resolución arancelaria entre Estados Unidos y la Unión Europea, si bien evita una guerra comercial abierta, sienta un precedente preocupante: la imposición de la voluntad de Washington en el tablero transatlántico. Un arancel del 15% a productos europeos, acompañado de compromisos energéticos y de inversión por parte de la UE, dibuja un escenario donde la estabilidad se alcanza a costa de concesiones significativas. Este nuevo orden comercial, dictado desde la Casa Blanca, nos obliga a reflexionar sobre la vulnerabilidad de los mercados internacionales ante las presiones unilaterales. ¿Estamos presenciando el inicio de una era donde las negociaciones comerciales se convierten en un instrumento de poder, más que en un mecanismo de cooperación mutua? El caso europeo, si bien resuelto, deja un sabor amargo y plantea interrogantes sobre el futuro de la multilateralidad.
En contraste, la situación de México frente a la amenaza arancelaria estadounidense presenta un panorama aún más complejo. Si bien la prórroga de 90 días otorgada por la administración Sheinbaum ofrece un respiro, no podemos ignorar la espada de Damocles que pende sobre nuestra economía. La incertidumbre generada por la posible imposición de aranceles del 30% a sectores clave como el automotriz, el acero y la agroexportación, ha paralizado inversiones, fragmentado cadenas de valor y alejado la promesa del nearshoring. La prudencia y la búsqueda de un diálogo constructivo son esenciales, pero no suficientes. México no puede permitirse una postura pasiva, a la espera de las decisiones de Washington. Necesitamos una estrategia proactiva, que combine la firmeza en la mesa de negociación con la diversificación de nuestras relaciones comerciales.
La experiencia europea, aunque distinta a la nuestra, nos ofrece una valiosa lección: la dependencia económica puede traducirse en vulnerabilidad política. México debe aprender de este ejemplo y apostar por una política exterior económica que nos permita navegar en un mundo cada vez más fragmentado y competitivo. No se trata simplemente de diversificar mercados, sino de construir alianzas estratégicas que impulsen nuestro desarrollo económico y fortalezcan nuestra posición en el escenario global. La ratificación del Acuerdo Global con la UE y la exploración de nuevos acuerdos comerciales con otras regiones del mundo son pasos cruciales en esta dirección.
Más allá de las negociaciones arancelarias, la coyuntura actual exige una profunda reflexión sobre el modelo de desarrollo económico de México. Debemos apostar por la innovación, la tecnología y la generación de valor agregado para dejar de ser un país maquilador y convertirnos en un actor competitivo en la economía global. Esto implica invertir en educación, infraestructura y desarrollo tecnológico, así como fomentar un clima de negocios que atraiga inversión y genere empleos de calidad. La diversificación económica no es solo una estrategia de política exterior, sino un imperativo para el futuro de nuestro país.
No podemos seguir dependiendo de un solo mercado ni esperar a que las decisiones de otros definan nuestro destino. Es momento de asumir un rol protagónico en la construcción de un nuevo orden económico internacional, basado en la cooperación, el respeto mutuo y el beneficio compartido. México tiene el potencial para ser un actor clave en este proceso, pero para ello necesitamos una visión estratégica, una política exterior audaz y una firme convicción en nuestras propias capacidades. La coyuntura actual, si bien desafiante, también representa una oportunidad para reinventarnos y construir un futuro más próspero y soberano.
Fuente: El Heraldo de México