
4 de agosto de 2025 a las 07:30
San Rubén: ¡Celebra su día!
La humildad y la entrega de San Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars, continúan resonando más de un siglo y medio después de su partida. Su vida, marcada por una profunda devoción y un incansable servicio a los demás, nos ofrece un ejemplo conmovedor de fe y perseverancia. Imaginen a un joven campesino, con las manos curtidas por el trabajo de la tierra, sintiendo el llamado divino al sacerdocio. A pesar de las dificultades que le presentaba su escasa formación académica, su sed de conocimiento espiritual y su inquebrantable voluntad lo impulsaron a superar todos los obstáculos. Con la ayuda de mentores sabios y compasivos, logró alcanzar su sueño y ordenarse sacerdote, un testimonio de que la fe puede mover montañas.
Su llegada a Ars, un pequeño pueblo en el sureste de Francia, marcó un antes y un después en la vida de sus habitantes. Aquel lugar, hasta entonces desconocido, se transformó en un faro de esperanza para quienes buscaban consuelo y guía espiritual. El Cura de Ars no se limitó a celebrar misa y administrar los sacramentos. Su dedicación iba mucho más allá, abarcando la atención a los enfermos, la asistencia a los pobres y la fundación de un orfanato, el Instituto Providencia, un refugio para los niños desamparados. Su labor incansable se extendía a todos los rincones de la comunidad, tejiendo una red de solidaridad y amor al prójimo.
Pero sin duda, la faceta más destacada de su ministerio fue su entrega al sacramento de la confesión. Pasaba horas y horas en el confesionario, escuchando con paciencia y ofreciendo palabras de aliento y perdón a quienes acudían a él con el corazón contrito. Su fama de confesor se extendió como la pólvora, atrayendo a peregrinos de todas partes de Francia e incluso de otros países. Ars, el pequeño pueblo que lo acogió, se convirtió en un "gran hospital de las almas", un lugar de sanación espiritual donde las cargas del pecado se aliviaban gracias a la sabiduría y la compasión del Santo Cura.
Su entrega al confesionario no se limitaba al simple acto de absolver. El Cura de Ars, en un acto de profunda humildad y sacrificio, ofrecía penitencia por los pecados de los fieles, ayunando y realizando largas vigilias de oración. "Doy a los fieles una pequeña penitencia, y el resto la hago yo por ellos," confesaba a un compañero. Este gesto de inmenso amor y entrega nos revela la grandeza de su alma y su profunda identificación con el sufrimiento humano.
La canonización de San Juan María Vianney como "Patrón de todos los párrocos del mundo" es un reconocimiento a su vida ejemplar y a su dedicación incondicional al servicio de Dios y de los hombres. Su legado perdura hasta nuestros días, inspirando a sacerdotes y laicos a seguir su ejemplo de humildad, servicio y amor al prójimo. Su oración, un canto a la vocación sacerdotal y a la entrega a Dios, nos invita a reflexionar sobre nuestra propia vida y a buscar la santidad en las pequeñas cosas de cada día. La vida del Santo Cura de Ars nos recuerda que la verdadera grandeza reside en la entrega a los demás y en la búsqueda constante de la unión con Dios.
Fuente: El Heraldo de México