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4 de agosto de 2025 a las 09:30

Liderazgo femenino: ¿Firmeza o empatía?

La escena se repite con una frecuencia casi metronómica en los despachos, salas de juntas y espacios virtuales donde se toman las decisiones: una mujer, con la información en mano, analiza durante horas la mejor forma de comunicar una retroalimentación compleja, de rechazar una propuesta que no encaja con la estrategia o de establecer un límite claro a un colaborador. No es que desconozca el mensaje, lo tiene claro. La verdadera batalla se libra en el terreno de la forma: cómo decirlo sin que se malinterprete, sin generar fricción, sin que la etiqueten con los adjetivos que, como una sombra, persiguen a las mujeres en posiciones de liderazgo: "dura", "fría", "mandona". Mientras tanto, en la oficina de al lado, un colega varón toma la misma decisión con una aparente naturalidad, sin titubeos, y la narrativa cambia por completo: asertivo, estratégico, un "líder nato".

Esta diferencia de percepción no es casualidad. Está tejida en la trama misma de nuestra socialización. Desde niñas, a muchas nos educaron para ser las "buenas alumnas": obedientes, aplicadas, conciliadoras, siempre atentas a las necesidades del otro. Obtuvimos las mejores calificaciones, destacamos en el trabajo en equipo, pero al dar el salto al mundo profesional descubrimos una realidad desconcertante: el ascenso no siempre se correlaciona con el talento o la empatía, sino con la capacidad de tomar decisiones con firmeza, incluso cuando estas generan incomodidad.

He sido testigo, en incontables equipos, del talento desaprovechado de mujeres brillantes que postergan decisiones cruciales, que cargan con responsabilidades que no les corresponden por no saber decir "no", o que diluyen tanto sus mensajes en un intento de agradar que terminan perdiendo eficacia. El miedo subyacente es siempre el mismo: ser percibidas como frías, autoritarias, poco empáticas. Porque, seamos honestas, lo que en un hombre se interpreta como firmeza, en una mujer a menudo se traduce en dureza o incluso insensibilidad.

Este doble rasero impregna el ejercicio del liderazgo. Cuando se trata de dirigir equipos, dar retroalimentación o establecer límites, esta paradoja puede jugar en contra. Lo llamo "el dilema de la mujer que lidera sin querer incomodar". Liderar, sin embargo, exige tomar decisiones difíciles, dar feedback constructivo aunque no sea agradable, recortar recursos, negar oportunidades. Y cuando una mujer lo hace, con frecuencia se la percibe como "incómoda" o "insensible", en lugar de reconocer su firmeza.

No se trata de renunciar a la empatía, una cualidad intrínseca al liderazgo transformador. Se trata, más bien, de integrar la firmeza y la asertividad como componentes legítimos del liderazgo femenino, reconociéndolas como fortalezas tan valiosas como la escucha activa, la construcción de un clima emocional positivo, la colaboración, la empatía estratégica y el desarrollo del talento. Estas cualidades no son antagónicas, al contrario, se complementan y potencian el estilo de liderazgo que muchas mujeres ya encarnan. No necesitamos imitar modelos masculinos para liderar con impacto; necesitamos abrazar nuestra propia forma de liderar.

Para transitar este camino con mayor seguridad, te propongo tres claves:

1. Claridad en las prioridades: Antes de tomar una decisión difícil, regresa a lo esencial. Pregúntate: ¿qué necesita mi equipo? ¿Qué necesita la organización? ¿Qué necesita la misión que nos guía? Sentir incomodidad no es necesariamente una señal de que vas por mal camino; muchas veces, es la brújula que indica que estás a punto de tomar una decisión importante. Liderar implica cuidar a tu equipo a largo plazo, no solo protegerlo de una emoción incómoda en el corto plazo. Decide desde tu responsabilidad como líder, no desde el miedo a incomodar.

2. Anticipar sin cargar: Es probable que alguien se sienta frustrado, decepcionado o molesto por tu decisión. Sin embargo, no puedes responsabilizarte por la carga emocional de los demás. Diseña tu mensaje con respeto y empatía, pero sin sacrificar la claridad. Anticipar la reacción no significa asumir la responsabilidad de cómo reaccionan los otros, sino estar preparada para acompañar el proceso con inteligencia emocional. Empodera a tu equipo, no lo infantilices.

3. Incomodar también es servir: Poner límites, señalar errores, tomar decisiones impopulares, forma parte del proceso de crecimiento de un equipo. Las personas que más nos han transformado no siempre nos dijeron lo que queríamos oír, sino lo que necesitábamos escuchar. En el liderazgo, incomodar a veces es un acto de amor profesional, una apuesta por el desarrollo del otro.

En un contexto donde la brecha de género en los puestos de liderazgo sigue siendo una realidad, necesitamos más mujeres que ejerzan su poder con claridad, sin pedir disculpas por ser firmes o asertivas. Tomar decisiones difíciles con asertividad no te hace menos empática; te convierte en una líder que transforma.

Por Ana de Saracho
Fundadora y CEO "Yo en Gestión 360°"
[email protected]
LI: Ana de Saracho
IG: @adesaracho

Fuente: El Heraldo de México