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4 de agosto de 2025 a las 09:15

Hidalgo: ¿Pagaremos la deuda ambiental?

Hidalgo, un estado que ocupa apenas el 1.1% del territorio nacional, guarda en su interior una paradoja fascinante. Por un lado, es un cofre del tesoro biocultural, un crisol de ecosistemas que van desde los emblemáticos matorrales de mezquite y agave, cuna del pulque y los exquisitos mixiotes, hasta los etéreos bosques de niebla, hogar de más de cien especies de orquídeas, muchas de ellas endémicas de México, joyas botánicas de rara belleza que, lamentablemente, se encuentran amenazadas por la destrucción implacable de su hábitat. Imaginen la delicada complejidad de estas flores, la intrincada danza de la evolución que las ha moldeado, ahora pendiendo de un hilo por la presión de la actividad humana.

Esta tierra también es testigo silente del esplendor y decadencia de civilizaciones pasadas. Los imponentes Atlantes de Tula, vestigios de la poderosa cultura tolteca, nos hablan de un pueblo con una asombrosa capacidad constructiva y artística, una civilización que alcanzó la grandeza y, sin embargo, abandonó su tierra por razones que aún hoy nos desconciertan. ¿Fue acaso un colapso ambiental el que precipitó su partida? La pregunta flota en el aire, invitándonos a reflexionar sobre la fragilidad de las sociedades, incluso las más avanzadas.

La historia reciente de Hidalgo está marcada por la actividad minera. Oro, plata, plomo, zinc, manganeso y otros minerales han sido extraídos de sus entrañas, contribuyendo al desarrollo industrial del país. La industria energética y la de materiales para la construcción también encontraron aquí un terreno fértil para su crecimiento. Sin embargo, este progreso ha tenido un alto costo.

Desde mediados del siglo XX, Hidalgo se convirtió en el receptor de las aguas residuales de la Ciudad de México y otros municipios del Estado de México. Los vasos reguladores, inicialmente construidos para contener las inundaciones de la capital, se transformaron en depósitos de desechos, convirtiendo al Valle del Mezquital, un oasis agrícola con un enorme potencial productivo, en uno de los lugares más contaminados del planeta, un doloroso ejemplo de sacrificio ambiental. Es una herida abierta en el paisaje, un recordatorio constante del impacto de nuestras acciones sobre el entorno.

Ante este panorama desolador, la presidenta Sheinbaum ha puesto en marcha un ambicioso proyecto de restauración integral de la región. Se trata de un desafío titánico que implica intervenciones a lo largo del cauce del río Tula y en toda su cuenca. El objetivo es claro: dar tratamiento y eliminar progresivamente las descargas, escorrentías y pasivos ambientales que han envenenado este ecosistema vital.

La iniciativa no se limita a la remediación. Se contempla la creación de infraestructura para el tratamiento de aguas, la restauración de espacios naturales y la recuperación de los servicios ambientales que la zona necesita. Se busca, además, ofrecer a los hidalguenses áreas naturales para la recreación y el bienestar, un respiro de aire fresco en un entorno que ha sufrido tanto.

Entre los proyectos más destacados se encuentra la creación de un Parque Ecológico y de Economía Circular en un terreno que, irónicamente, estaba destinado a la construcción de una refinería. Este parque, un pulmón verde en el corazón de la zona afectada, contará con un amplio espacio natural y una zona dedicada al reaprovechamiento de materiales, promoviendo un modelo circular que rompa con la lógica lineal de "producir, consumir y desechar" que tanto daño ha causado.

El proyecto integral de restauración de la cuenca del río Tula es una apuesta por el futuro, un compromiso con la salud ambiental de Hidalgo y un ejemplo de cómo podemos revertir los errores del pasado. Es una carrera contra el tiempo para evitar que la historia de colapso se repita, una oportunidad para sanar las heridas de la tierra y construir un futuro más sostenible para las generaciones venideras.

Fuente: El Heraldo de México