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2 de agosto de 2025 a las 09:10

Descubre la Casa Limón

Adentrarse en las páginas de "La Casa Limón" es como asomarse a un caleidoscopio de recuerdos fragmentados, donde la infancia se despliega no con la pátina dorada de la nostalgia, sino con la crudeza y la maravilla de una mirada infantil. Corina Oproae nos invita a un viaje íntimo a través de los últimos suspiros del comunismo rumano, pero no a través de los grandes discursos históricos, sino desde la perspectiva única e irrepetible de una niña que observa el desmoronamiento de su mundo con una mezcla de inocencia y perspicacia.

Imaginen la casa, no como un simple edificio de ladrillos y cemento, sino como un microcosmos, un universo palpitante que contiene las alegrías y las sombras de una familia. Sus paredes resguardan los ecos de risas y llantos, los secretos susurrados y los miedos apenas intuidos. La casa es testigo silencioso de las visitas de parientes y vecinos, de las historias compartidas y los silencios cargados de significado. Es un espacio que rebosa de vida, a pesar de la precariedad material que la rodea.

Oproae no nos ofrece una reconstrucción cronológica de los hechos, sino una experiencia emocional. Nos sumerge en la mente de la niña, en sus percepciones sensoriales, en la forma en que el sabor de una fruta, la espera de la noche, o una noticia en la radio adquieren una dimensión trascendental. La autora no explica, insinúa. No juzga, observa. Y en esa delicada observación reside la magia de su prosa.

Los personajes, aunque esbozados con trazos sutiles, son figuras memorables que aparecen y desaparecen como luciérnagas en la noche. Un gesto, una frase, una ausencia… cada detalle contribuye a construir un mosaico familiar conmovedor. Son seres que, a pesar de las dificultades, encuentran la belleza en los pequeños instantes, en la riqueza sensible de un mundo que se desmorona a su alrededor.

La narración avanza con la misma imprevisibilidad de la vida, alternando momentos de calma con sacudidas inesperadas. La infancia termina, el país se transforma, y la niña se aferra a los fragmentos de un mundo que se desvanece. La memoria, como una herida abierta, late en cada página. ¿Qué queda de nosotros cuando el mundo que conocimos desaparece? Esa es la pregunta que resuena en el silencio de "La Casa Limón".

Como las grietas en la pared de las que hablaba Leonard Cohen, las fisuras en el mundo de la niña dejan entrar la luz. Y es en esa luz, en esa fragilidad, donde reside la verdadera fuerza de la novela. Oproae no nos ofrece respuestas fáciles, sino la oportunidad de reflexionar sobre la persistencia de la identidad en un mundo en constante cambio. Nos invita a contemplar la belleza de lo efímero, a valorar la importancia de los pequeños momentos, a encontrar la poesía en las ruinas. "La Casa Limón" es un libro para saborear lentamente, un testimonio conmovedor de la resiliencia del espíritu humano frente a la adversidad.

Fuente: El Heraldo de México