
1 de agosto de 2025 a las 09:20
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La economía mexicana se encuentra en una situación delicada, navegando en aguas turbulentas con un crecimiento mediocre del PIB. Si bien el reciente anuncio sobre la extensión del plazo para las negociaciones comerciales con Estados Unidos brinda un respiro, la incertidumbre persiste como una sombra que se cierne sobre el futuro económico del país. La falta de reglas claras y definitivas en el comercio bilateral nos mantiene en un estado de vulnerabilidad, impidiendo una planificación estratégica a largo plazo y limitando el potencial de crecimiento. Es como navegar a ciegas en un mar agitado, sin saber qué obstáculos nos esperan en el horizonte.
La alegría desbordada de algunos sectores ante el ligero crecimiento del PIB en el segundo trimestre resulta, cuanto menos, prematura. Celebrar con bombos y platillos un crecimiento del 0.7% trimestral, considerando el contexto actual, es como festejar haber apagado una vela mientras la casa sigue en llamas. La fragilidad de la situación económica, aunada a la incertidumbre política y judicial, exige cautela y un análisis más profundo. No podemos tapar el sol con un dedo: los problemas estructurales persisten y amenazan con descarrilar cualquier intento de recuperación económica sostenida.
La labor de la Secretaría de Hacienda es encomiable. El compromiso con la consolidación fiscal y el aumento en la recaudación tributaria son signos positivos, sin duda. Sin embargo, estas medidas, aunque necesarias, no son suficientes para disipar la profunda inquietud que aqueja al sector empresarial. La reforma al Poder Judicial, lejos de brindar la anhelada certeza jurídica, ha sembrado dudas sobre la imparcialidad de los jueces. Esta incertidumbre, como una termita silenciosa, corroe la confianza de los inversionistas y frena el desarrollo económico.
Ante la falta de garantías en el sistema judicial, no sorprende el auge de los acuerdos arbitrales. Cada vez más empresas optan por esta vía para resolver sus controversias, buscando en la justicia privada lo que el sistema público no les puede ofrecer: imparcialidad y predictibilidad. Es una señal preocupante que evidencia la desconfianza en las instituciones y la necesidad urgente de fortalecer el Estado de Derecho.
La extensión del plazo en las negociaciones comerciales con Estados Unidos, si bien es un alivio momentáneo, no resuelve el problema de fondo. Seguimos en un limbo, a merced de los vaivenes políticos y las presiones comerciales. La falta de un acuerdo definitivo nos impide aprovechar al máximo las oportunidades del comercio internacional y nos expone a riesgos constantes. Es como caminar por la cuerda floja, sin red de seguridad.
Mientras tanto, Donald Trump vende a su electorado la extensión del plazo como una victoria, argumentando que México eliminará barreras no arancelarias. Esta narrativa triunfalista, lejos de acercarnos a una solución, complica aún más el panorama. Nos encontramos en una encrucijada, obligados a negociar desde una posición de debilidad, con la espada de Damocles de los aranceles pendiendo sobre nuestras cabezas.
En este escenario de incertidumbre, la iniciativa de Daniel Bandlé, director general de Axa en México, de ofrecer seguros contra los daños ocasionados por las marchas antigentrificación, resulta un reflejo de los tiempos que corren. Es una muestra de la capacidad de adaptación del sector privado ante la adversidad, pero también un síntoma de la creciente inestabilidad social. La necesidad de asegurar los negocios contra los daños causados por las protestas sociales es un indicador preocupante del clima de tensión que se vive en el país. Es una llamada de atención que no podemos ignorar.
En resumen, la economía mexicana se encuentra en una situación precaria. El crecimiento mediocre del PIB, la incertidumbre en las relaciones comerciales con Estados Unidos y la falta de confianza en el sistema judicial son factores que limitan el potencial de desarrollo del país. Se requiere un cambio de rumbo, una estrategia integral que aborde los problemas estructurales y genere un clima de confianza para la inversión y el crecimiento económico. El tiempo apremia.
Fuente: El Heraldo de México