
1 de agosto de 2025 a las 09:30
Modernizando el T-MEC: ¿Qué esperar?
La dependencia económica de México hacia Estados Unidos, si bien ha traído beneficios innegables, se ha convertido en un arma de doble filo. Los datos de 2023, con un intercambio comercial trilateral en Norteamérica superior a los 1.5 billones de dólares y México como el principal socio comercial de Estados Unidos con casi 800 mil millones de dólares, pintan un panorama de profunda interconexión. Sin embargo, esta misma interconexión nos hace vulnerables a las decisiones unilaterales de nuestro vecino del norte. Las fluctuaciones en las políticas comerciales estadounidenses, a menudo motivadas por intereses internos, se traducen en incertidumbre y pérdidas para los productores mexicanos.
Recordemos los aranceles al acero y aluminio impuestos en 2018 y 2019 bajo el pretexto de seguridad nacional, una medida que encareció nuestros productos y dificultó su acceso al mercado estadounidense. El sector del tomate, constantemente bajo la amenaza de cuotas compensatorias y investigaciones antidumping, ilustra la fragilidad de nuestra posición. Las berries y el azúcar también han sufrido las consecuencias de estas disputas comerciales, donde el peso de Estados Unidos en la mesa de negociaciones deja a los productores mexicanos en clara desventaja. Las renegociaciones constantes sobre las reglas de origen y los controles fitosanitarios añaden otra capa de complejidad, creando un clima de inestabilidad que afecta a miles de familias mexicanas que dependen de las exportaciones agrícolas.
La amenaza latente de nuevos aranceles, utilizados incluso como herramienta de presión en temas migratorios, demuestra la urgencia de diversificar nuestros mercados. No podemos seguir dependiendo de un solo socio comercial, por muy importante que sea. Necesitamos explorar nuevos horizontes, construir puentes con otras naciones y reducir nuestra vulnerabilidad a las decisiones unilaterales de Estados Unidos.
El caso del aguacate mexicano es un ejemplo inspirador. Tras décadas de centrarse en el mercado estadounidense, la apertura hacia Brasil marca un hito en la diversificación de nuestras exportaciones. Este paso no solo abre las puertas de Sudamérica, sino que también demuestra la capacidad de adaptación y la competitividad de nuestros productores. El cumplimiento de las exigencias fitosanitarias internacionales y la adaptación a nuevas demandas de consumo fortalecen la posición del aguacate mexicano en el mercado global.
El tequila, otro producto emblemático de México, ha trazado un camino similar, conquistando mercados tan diversos como Japón, Australia, Rusia y Sudáfrica. Esta expansión ha sido fruto de un esfuerzo conjunto entre productores, autoridades y organismos de promoción, que han apostado por la calidad y la denominación de origen como sellos distintivos. Las berries mexicanas, especialmente la frambuesa y la zarzamora, también han encontrado un lugar destacado en Europa y Medio Oriente, ofreciendo a los productores mejores precios y condiciones comerciales que las disponibles en el volátil mercado estadounidense.
La diversificación de mercados no solo fortalece nuestra economía, sino que también impulsa el desarrollo regional, genera empleos de calidad e incentiva la inversión en innovación y tecnología. Además, nos otorga mayor autonomía y estabilidad, reduciendo nuestra dependencia de los ciclos económicos y las políticas de un solo país.
La nueva firma del T-MEC debe ser un punto de partida para una estrategia comercial más ambiciosa y visionaria. Debemos aprovechar este acuerdo para consolidar nuestra integración con Norteamérica, pero también para explorar nuevas alianzas y diversificar nuestros destinos de exportación. El futuro de México como potencia exportadora depende de nuestra capacidad para abrirnos al mundo, innovar y competir en el escenario global. Es tiempo de mirar más allá de nuestras fronteras y llevar la calidad y la creatividad mexicana a todos los rincones del planeta. La firma del T-MEC debe ir acompañada de políticas comerciales inteligentes y audaces, que prioricen los intereses nacionales a largo plazo y nos permitan navegar con éxito en un mundo cada vez más complejo e interconectado. La coyuntura actual, marcada por el proteccionismo y el nacionalismo, exige una visión estratégica y una firme defensa de nuestros intereses. Debemos aprovechar las oportunidades y minimizar los riesgos, construyendo un futuro próspero y sostenible para México.
Fuente: El Heraldo de México