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1 de agosto de 2025 a las 07:05

Justicia para Susan: ¡Basta ya!

La pesadilla de Susan Saravia, una joven de 22 años, continúa. Tras la denuncia por violación tumultuaria que interpuso contra Yeshua N, Jorge N y Ángel N, la justicia parece avanzar a paso lento. Si bien Ángel N ya se encuentra detenido, los otros dos agresores siguen prófugos de la justicia, incumpliendo la promesa de entregarse que, según Saravia, sus madres hicieron públicamente a través de un comunicado en redes sociales. Este comunicado, ahora borrado, deja un rastro amargo en la lucha de Susan por obtener justicia. ¿Qué hay detrás de esta repentina desaparición del mensaje? ¿Intentan las familias de los agresores silenciar el caso y evadir la responsabilidad de sus hijos? La joven se pregunta, con indignación, por qué las autoridades no actúan con mayor celeridad.

La situación se torna aún más turbia con las revelaciones de Susan sobre los intentos de soborno que ha sufrido. Durante los dos primeros meses posteriores a la denuncia, la madre de Yeshua N, a través de intermediarios, le ofreció dinero, coches, casas, viajes… un desesperado intento por acallar su voz y retirar la denuncia. La presión ejercida sobre Susan, con argumentos que apelaban al arrepentimiento de su hijo e incluso a amenazas de suicidio, revela la estrategia de la familia por proteger la imagen del agresor, priorizando su bienestar por encima del daño irreparable causado a la víctima. Este tipo de prácticas, lamentablemente comunes en casos de violencia de género, ponen de manifiesto la necesidad de un sistema judicial más robusto y sensible a las necesidades de las víctimas.

El testimonio de Susan Saravia es un llamado a la reflexión. Su valentía al alzar la voz, a pesar de la presión y el escarnio público, es un ejemplo para otras víctimas que viven en silencio el mismo horror. Es inaceptable que, en pleno siglo XXI, las mujeres sigan siendo juzgadas y culpabilizadas por la violencia que sufren. La pregunta que Susan lanza al aire, "¿Por qué a ellos solo les importa que no se manche su imagen?", resuena con fuerza y nos interpela como sociedad. ¿Hasta cuándo seguiremos tolerando la impunidad y la revictimización de las mujeres?

La joven, cansada de tener que exponer su dolor públicamente para exigir justicia, reclama a las autoridades que actúen con diligencia y que el peso de la ley caiga sobre los responsables. Su caso no es un hecho aislado, sino un reflejo de la violencia sistemática que sufren las mujeres en nuestro país. Es urgente un cambio profundo en la cultura y en las instituciones, para que las víctimas puedan acceder a la justicia sin tener que enfrentarse a la indiferencia, la revictimización y la impunidad.

Finalmente, Susan desmonta los argumentos que la culpan por haber estado sola con tres hombres. Aclara que Yeshua N era su amigo, con quien había compartido en otras ocasiones, y que nunca imaginó que algo así pudiera sucederle. La confianza depositada en alguien no justifica la violencia. La responsabilidad recae exclusivamente en los agresores. El mensaje de Susan es claro: denunciar, aunque sea difícil, es posible. Su lucha es la lucha de todas.

Fuente: El Heraldo de México