
31 de julio de 2025 a las 09:20
¿Política sin ética?
La ética en la política, un tema recurrente y a la vez escurridizo, vuelve a la palestra. No es un asunto nuevo, desde finales del siglo XX, la búsqueda de una mayor ética se ha extendido a diversas instituciones: gobiernos, empresas –con el emblemático caso ENRON como catalizador–, universidades, organizaciones civiles y, por supuesto, los partidos políticos. Sin embargo, al hablar de ética pública, la atención se centra principalmente en las administraciones gubernamentales, dejando de lado, en cierta medida, a los partidos políticos. Se habla de estructuras de control, leyes, códigos de ética y conducta, comités, capacitaciones… un andamiaje complejo y, en teoría, robusto para las instituciones públicas. Las empresas privadas, por su parte, han adoptado sistemas de compliance e integridad, impulsadas por la necesidad de prevenir riesgos de corrupción.
Pero, ¿qué ocurre con los partidos políticos? Pareciera que la ética en su interior se ha subestimado, convirtiéndose en un tema casi tabú. Existe un vacío en la literatura sobre el escrutinio ético en la esfera partidista. Aunque los partidos cuentan con documentos básicos, comisiones y escuelas de formación, el tema no se aborda con la profundidad que merece. En México, esta situación es particularmente relevante. Los partidos políticos deben asumir un mayor compromiso con la formación ética de sus militantes, no solo para alinearlos con su ideario, sino también porque, ante la ausencia de un servicio profesional de carrera en la administración pública, los partidos se convierten en la principal cantera de futuros funcionarios. En sus manos recae la responsabilidad de enseñarles a gobernar con ética e integridad.
Las recientes acusaciones contra militantes de Morena, tanto funcionarios del partido como servidores públicos, por sus viajes al extranjero, contradictorios con el discurso de austeridad, ponen de manifiesto esta problemática. El debate sobre la ética en la política no es exclusivo de México. Recordemos el caso de Pablo Iglesias, fundador de Podemos en España, y la controversia generada por la compra de un chalet. La solución, en aquel momento, fue someter la decisión a una consulta entre los militantes.
Estos casos evidencian la necesidad de que los partidos políticos profundicen en la formación ética de sus miembros. No basta con comunicados y discursos que llaman a la congruencia y al respeto a las normas internas. Se requieren acciones concretas y una capacitación constante que vaya más allá de simples "llamados a misa". El electorado es sensible a estas cuestiones y exige coherencia entre el discurso y la práctica. Las áreas responsables dentro de los partidos deben asumir la tarea de fortalecer la ética en su interior. Sin embargo, más allá de normas y reglamentos, la ejemplaridad de los líderes y militantes será siempre la herramienta más poderosa para construir una cultura ética en la política. La credibilidad y la confianza ciudadana se ganan con acciones, no con palabras. El futuro de la democracia depende, en gran medida, de la capacidad de los partidos para formar ciudadanos comprometidos con los valores éticos y el bien común. La tarea es compleja, pero impostergable.
Fuente: El Heraldo de México