
31 de julio de 2025 a las 22:05
Nieta busca a su abuela fallecida en Central de Puebla
La historia de María de Jesús Mundo nos conmueve y nos obliga a reflexionar sobre la soledad y el abandono que, lamentablemente, viven muchos adultos mayores en nuestro país. Tres años. Tres largos años esperando en la fría e impersonal Central de Autobuses de Puebla (CAPU), con la única compañía de la esperanza y la bondad esporádica de viajeros y trabajadores. Imaginemos la angustia de esta mujer, aferrada a la ilusión del reencuentro con sus hijos, visualizando sus rostros entre la multitud que transitaba diariamente por la terminal. Cada autobús que llegaba, cada rostro que veía, renovaba por un instante su esperanza, solo para verla desvanecerse una y otra vez.
Su historia, que comenzó con el desalojo de su hogar en Tehuacán, la llevó a buscar refugio en un lugar de tránsito, un espacio de idas y venidas donde la vida se mueve a un ritmo acelerado, ajeno a su silenciosa espera. La CAPU, testigo mudo de su anhelo, se convirtió en su hogar, en su prisión. Su deseo de ver a su hijo Víctor Manuel, quien habría migrado a Estados Unidos, y a sus dos hijas, alimentaba su perseverancia, a pesar de la adversidad y la indiferencia que, seguramente, muchas veces la rodearon.
La solidaridad de quienes la conocieron en la CAPU, quienes le ofrecieron un plato de comida o una palabra de aliento, no fue suficiente para llenar el vacío de la ausencia familiar. Es desgarrador pensar en las noches frías, en la incertidumbre, en la lucha diaria por sobrevivir en un entorno que no está diseñado para ser un hogar. ¿Cuántas veces habrá contado su historia con la voz entrecortada por la emoción y la esperanza? ¿Cuántas veces habrá imaginado el abrazo de sus hijos?
El fallecimiento de María de Jesús Mundo en la CAPU no es solo una noticia triste, es un llamado de atención a la sociedad, a las familias, a las autoridades. Es un recordatorio de la responsabilidad que tenemos con nuestros adultos mayores, quienes merecen una vida digna, llena de amor y cuidados. Su historia pone en evidencia la fragilidad de la vejez, la importancia de los lazos familiares y la necesidad de fortalecer las redes de apoyo para quienes se encuentran en situación de vulnerabilidad.
Ahora, con la reforma al Código Penal Federal, el abandono de adultos mayores es un delito explícito. Las leyes existen, pero la verdadera transformación radica en la conciencia social, en la empatía y en la acción. ¿De qué sirven las leyes si la indiferencia sigue siendo la norma? El caso de María de Jesús Mundo nos interpela a actuar, a tender la mano a quienes nos necesitan, a no permitir que la soledad y el abandono se conviertan en la última morada de nuestros adultos mayores. Es imperativo que como sociedad nos preguntemos: ¿qué estamos haciendo para prevenir que historias como la de María de Jesús se repitan? ¿Cómo podemos construir un futuro donde la vejez sea sinónimo de respeto, cuidado y compañía? La respuesta está en cada uno de nosotros.
Fuente: El Heraldo de México