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31 de julio de 2025 a las 09:05

Justicia Ausente: El Arma es el Hijo

La violencia vicaria, ese monstruo silencioso que se alimenta del amor materno, se ha convertido en una siniestra realidad que corroe los cimientos de muchas familias. No se trata de golpes visibles, ni de gritos que rompen el silencio de la noche. Hablamos de un maltrato insidioso, una tortura emocional que utiliza a los hijos como armas arrojadizas para herir, controlar y destruir a la madre. Se disfraza de legalidad, se escuda tras expedientes y sentencias, pero en su esencia es una forma perversa de violencia de género.

Imaginen la angustia de una madre a la que le arrebatan lo más preciado, sus hijos, no por negligencia, ni por incapacidad, sino por la perversa manipulación de un agresor que se ampara en un sistema que, a menudo, mira hacia otro lado. Un sistema que prioriza la letra fría de la ley sobre el bienestar emocional de los menores, convirtiéndolos en víctimas colaterales de una guerra que no entienden.

Es desgarrador pensar en la cantidad de mujeres que, en la desesperada búsqueda de justicia, se enfrentan a un laberinto burocrático, a la indiferencia de las instituciones y a la revictimización constante. Se ven obligadas a revivir su dolor una y otra vez, a justificar su amor, a demostrar su valía como madres, mientras el agresor, con la complicidad de un sistema ciego y sordo, continúa ejerciendo su control.

La violencia vicaria no es un asunto privado, es un problema social que exige una respuesta contundente. No basta con tipificar el delito, es necesario ir a la raíz del problema, desmontar los prejuicios machistas que aún persisten en las instituciones y garantizar que los operadores de justicia tengan la formación adecuada para identificar y atender este tipo de violencia.

Necesitamos jueces sensibles, fiscales comprometidos y un sistema judicial que, en lugar de ser un obstáculo, se convierta en un aliado para las víctimas. Necesitamos que el "interés superior del menor" deje de ser una frase vacía y se convierta en la brújula que guíe todas las decisiones.

La lucha contra la violencia vicaria es una lucha por la dignidad de las mujeres, por el bienestar de los niños y por una sociedad más justa e igualitaria. No podemos permitir que la crueldad se ampare en la legalidad. No podemos seguir siendo cómplices con nuestro silencio. Es hora de alzar la voz, de exigir justicia, de construir un futuro donde el amor materno no sea utilizado como un instrumento de tortura. Es hora de decir: ¡Basta ya! La violencia vicaria debe ser erradicada.

Es fundamental, además, comprender la profunda huella psicológica que esta forma de violencia deja en los hijos. Se convierten en peones de un juego macabro, obligados a tomar partido, a traicionar sus afectos, a vivir en un constante estado de alerta. El daño emocional que sufren puede ser irreparable, condicionando sus relaciones futuras y su capacidad para construir vínculos sanos.

Por eso, es crucial que la sociedad en su conjunto tome conciencia de la gravedad de este problema. La educación en igualdad, la deconstrucción de los roles de género y la promoción de una cultura de respeto son pilares fundamentales para prevenir y erradicar la violencia vicaria. No podemos mirar hacia otro lado, el futuro de nuestros hijos está en juego.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha puesto el foco en México, un país donde la violencia vicaria se ha convertido en una trágica epidemia. La revisión de casos graves por parte de este organismo internacional no solo evidencia la magnitud del problema, sino también la urgente necesidad de que el Estado mexicano asuma su responsabilidad y actúe de manera contundente para proteger a las víctimas.

No podemos esperar a que la tragedia toque a nuestras puertas para reaccionar. La violencia vicaria es una realidad que nos interpela a todos y todas. Es tiempo de actuar, de unir fuerzas y de construir un futuro libre de violencia para las mujeres y sus hijos.

Fuente: El Heraldo de México