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31 de julio de 2025 a las 08:05
Inundaciones en Iztapalapa: ¡El caos!
La noche del 30 de julio se convirtió en una auténtica odisea para miles de habitantes del oriente de la Ciudad de México. Las torrenciales lluvias, que comenzaron a caer con furia desde las primeras horas de la tarde, desencadenaron un caos vial sin precedentes, dejando a su paso inundaciones, encharcamientos y una desesperada búsqueda por llegar a casa. La estampa se repetía una y otra vez: rostros cansados, empapados hasta los huesos, abriéndose paso entre las corrientes de agua que se adueñaban de las calles.
El anuncio del Metro, a las 20:00 horas, sobre el servicio provisional de la Línea A, de Pantitlán a Guelatao, lejos de ser una solución, se convirtió en el detonante de una carrera contra reloj. Cientos de personas, varadas en la terminal Pantitlán, se vieron obligadas a improvisar. Cualquier medio de transporte se convertía en una tabla de salvación: camiones de RTP abarrotados, patrullas solidarias que ofrecían aventones, e incluso plataformas de camiones de carga pesada, se transformaron en inesperados aliados para quienes buscaban desesperadamente regresar a sus hogares en municipios como Chalco, Nezahualcóyotl e Ixtapaluca.
La magnitud del problema se reflejaba en los rostros de las personas, una mezcla de frustración, cansancio y resignación. Madres con niños pequeños en brazos, jóvenes estudiantes, trabajadores exhaustos tras una larga jornada, todos unidos por la misma necesidad: llegar a casa. Las redes sociales se convirtieron en un hervidero de mensajes, compartiendo información sobre rutas alternativas, alertando sobre zonas inundadas y, sobre todo, pidiendo ayuda.
Mientras tanto, las cuadrillas de trabajadores del Sistema de Transporte Colectivo trabajaban a contrarreloj en las labores de desazolve en las estaciones afectadas de la Línea A, en el tramo de Peñón Viejo a La Paz. Una lucha contra el tiempo y contra la inclemencia del clima, que amenazaba con prolongar aún más la agonía de los usuarios.
El caos no se limitaba al oriente de la ciudad. Calzadas importantes como Ignacio Zaragoza y Ermita Iztapalapa se convirtieron en ríos improvisados, atrapando a vehículos y provocando un colapso vial que se extendió por horas. La imagen de coches varados en medio de la inundación, con el agua llegando hasta las puertas, se repetía en distintos puntos de la capital.
Incluso el Cablebús, una alternativa de transporte relativamente nueva y que suele operar sin contratiempos, se vio afectado por la furia de la naturaleza. La Línea 3 tuvo que ser desalojada momentáneamente alrededor de las 21:30 horas debido a la presencia de una tormenta eléctrica, generando aún más incertidumbre entre los usuarios. Afortunadamente, el servicio se reanudó minutos más tarde, aunque la tensión se mantenía en el ambiente.
La Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil, a través de sus canales oficiales, advertía sobre la persistencia de las lluvias durante la noche, con potencial para chubascos y tormentas. La recomendación era clara: extremar precauciones y evitar zonas de riesgo. El hashtag #PrecauciónVial se convertía en tendencia, acompañado de imágenes y videos que mostraban la magnitud de la contingencia.
La noche del 30 de julio quedará grabada en la memoria de miles de capitalinos como una noche de caos, incertidumbre y solidaridad. Una noche en la que la fuerza de la naturaleza puso a prueba la capacidad de respuesta de las autoridades y la resiliencia de los ciudadanos. Una noche que, sin duda, deja importantes lecciones sobre la necesidad de mejorar la infraestructura urbana y la preparación ante las inclemencias del tiempo. Y, sobre todo, una noche que nos recuerda la importancia de la solidaridad y la empatía en momentos de crisis.
Fuente: El Heraldo de México