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31 de julio de 2025 a las 07:25
Hallazgo prehistórico en Yucatán ¡Entérate!
Sumergidos en las profundidades cristalinas de los cenotes yucatecos, auténticas ventanas al pasado, un equipo de científicos ha desenterrado un tesoro paleontológico de incalculable valor. Imaginen, por un instante, un Yucatán bañado por un mar somero, repleto de vibrantes arrecifes coralinos, un ecosistema rebosante de vida que existió hace millones de años. Es en este escenario prehistórico donde 22 ejemplares fósiles de animales marinos, silentes testigos de un mundo perdido, han emergido para contarnos su historia.
No se trata simplemente de huesos petrificados, sino de piezas de un rompecabezas que nos permite reconstruir la biodiversidad marina del Mioceno y el Plioceno temprano. Peces óseos, tiburones, mantarrayas… una verdadera fauna marina fosilizada que nos habla de un Yucatán radicalmente diferente al que conocemos hoy. Entre estos hallazgos, destaca el descubrimiento de una nueva especie de pez erizo, bautizada como Chilomycterus dzonotensis, un nombre que rinde homenaje a los cenotes, "dzonot" en la ancestral lengua maya. Su peculiar estructura ósea, con una premaxila que presenta dos porciones dentales, una para raspar y otra para triturar, lo emparenta con la familia Diodontidae, conocida por su asombrosa capacidad de inflarse como un globo y su piel cubierta de espinas.
Imaginen a Erick Sosa Rodríguez y Kay Nicte Vilchis Zapata, buzos especializados, penetrando en las aguas turquesas de los cenotes Sambulá, San Juan y X-Nabuy, con la emoción de estar explorando no solo un paisaje subacuático de singular belleza, sino también una cápsula del tiempo. Cada fósil recolectado, un fragmento de historia rescatado del olvido.
Los análisis geológicos nos revelan que estos cenotes se formaron sobre la Formación Carrillo Puerto, una plataforma de carbonato que data de entre 11.6 y 3.6 millones de años. En aquel entonces, la península de Yucatán era un paraíso marino, un ecosistema dinámico y diverso. Entre los restos hallados, encontramos especies que aún surcan las aguas mexicanas, como los tiburones cobrizo, toro, coralino y blanco. Pero también nos topamos con espectros del pasado, especies extintas como el imponente tiburón tigre prehistórico (Galeocerdo mayumbensis), el temible tiburón de dientes de sierra (Hemipristis serra) y el coloso de los mares, el legendario megalodón (Otodus Carcharocles megalodon).
La presencia de mantarrayas del género Aetomylaeus, actualmente ausentes en aguas mexicanas, nos plantea interrogantes sobre las extinciones locales que ocurrieron en el Atlántico norte. ¿Qué eventos llevaron a la desaparición de estas criaturas en la región? El estudio, liderado por el paleontólogo Kleyton Magno Cantalice Severiano, sugiere que la abundancia de pequeños dientes encontrados podría indicar que la zona funcionaba como un refugio para especies marinas juveniles.
Este descubrimiento no solo amplía nuestro conocimiento sobre la historia natural de la región, sino que también subraya la importancia de los cenotes como archivos paleontológicos. En sus profundidades, se custodian secretos milenarios que esperan ser revelados. La colaboración entre la UNAM, la UABCS y el Instituto de Investigación Científica y Estudios Avanzados Chicxulub, junto con el apoyo de expertos como el profesor Hugo Enrique Salgado Garrido y el especialista en tiburones Gerardo González Barba, ha sido fundamental para desentrañar los misterios que guardan estas aguas ancestrales. Y la historia, sin duda, continuará escribiéndose a medida que se profundice en la exploración de estos fascinantes ecosistemas subterráneos.
Fuente: El Heraldo de México