La noche de ayer fue un amargo reflejo de la crisis que atraviesa el Club América. Un empate a dos goles contra el Real Salt Lake, que culminó en una derrota en penales (3-1) en la Leagues Cup, dejó al descubierto las fragilidades que aquejan al equipo azulcrema. No se trata solo de un partido perdido, sino de la continuación de una serie de actuaciones decepcionantes que encienden las alarmas en Coapa.

Desde el silbatazo inicial, la falta de cohesión y la inseguridad en el juego del América fueron evidentes. La pérdida de balón de Israel Reyes al minuto 15, que desembocó en el gol de Diego Luna, no fue un hecho aislado, sino un síntoma de la vulnerabilidad defensiva que ha caracterizado al equipo en los últimos encuentros. Si bien Luis Ángel Malagón logró atajar el primer remate de William Agada, la insistencia del Salt Lake terminó por vulnerar la portería americanista.

El empate momentáneo, gracias a un tiro libre de Brian Rodríguez al minuto 41, dejó entrever un destello de esperanza, una muestra de la calidad individual que reside en la plantilla. Sin embargo, la alegría fue efímera. La desconcentración defensiva volvió a aparecer, permitiendo el gol de cabeza de Agada, que, a pesar de pegar en el travesaño, terminó dentro del arco americanista. Este segundo gol no solo puso al Salt Lake en ventaja, sino que también evidenció la falta de contundencia y la fragilidad mental del equipo dirigido por André Jardine.

Malagón, con dos atajadas cruciales, evitó una goleada que hubiera sido aún más dolorosa. Su actuación mantuvo con vida a un América que parecía resignado a la derrota. La reacción en la recta final, con el agónico gol de Erick Sánchez al 96’, forzando la tanda de penales, pareció un último respiro, una oportunidad para redimirse.

Pero la suerte no estuvo del lado azulcrema. En la tanda de penales, la figura del portero Rafael se agigantó, atajando los disparos de Henry Martín, Israel Reyes y Raúl Zúñiga. La derrota en penales no solo significó la pérdida de un punto crucial en la Leagues Cup, sino también un duro golpe anímico para un equipo que busca desesperadamente salir del bache.

La crisis del América es palpable. No se limita a resultados adversos, sino que refleja una profunda problemática en el funcionamiento colectivo. La falta de contundencia, la vulnerabilidad defensiva y la incapacidad para mantener la concentración durante los 90 minutos son síntomas de una enfermedad que requiere un tratamiento urgente. André Jardine tiene la difícil tarea de encontrar las soluciones para revertir esta situación. La afición, impaciente y exigente, espera una respuesta contundente en el próximo encuentro. El tiempo corre y la presión aumenta. ¿Podrá el América superar esta crisis y recuperar la grandeza que lo caracteriza? El futuro, incierto, lo dirá.