
31 de julio de 2025 a las 09:05
El Triángulo del Poder
La democracia, como ideal y práctica, se enfrenta constantemente a la sombra de la tiranía. Aunque parezcan polos opuestos, la delgada línea que las separa puede volverse borrosa si no se cultiva una ciudadanía activa y consciente. El poder, inherente a toda forma de gobierno, puede ejercerse con autoridad legítima, emanada del consenso y el respeto a las leyes, o bien, imponerse a través de la fuerza y el sometimiento. La historia nos ha mostrado, lamentablemente, cómo regímenes democráticos pueden derivar hacia tiranías, a menudo con la aquiescencia, incluso inconsciente, de la población.
Uno de los mecanismos más sutiles de la tiranía es la normalización de la arbitrariedad. Decisiones unilaterales, disfrazadas de eficiencia o necesidad, van erosionando las bases del Estado de Derecho. La falta de cuestionamiento, la ausencia de voces críticas, abonan el terreno para la concentración del poder en pocas manos. El miedo, la apatía y la desinformación se convierten en aliados de quienes buscan perpetuarse en el poder, desmantelando las instituciones y silenciando a la disidencia.
Aristóteles, en su sabiduría, ya advertía sobre la importancia de la ley como límite al poder. Un gobierno justo, sea cual sea su forma, debe sujetarse a normas claras y preestablecidas, que garanticen la igualdad ante la ley y protejan los derechos fundamentales de todos los ciudadanos. La tiranía, por el contrario, se caracteriza por la impunidad, la violación sistemática de las normas y la manipulación del sistema legal para beneficio propio.
El "buen gobierno", tan anhelado en nuestras sociedades, va más allá de la simple gestión administrativa. Implica un compromiso profundo con la justicia, la equidad y el respeto a la diversidad. Exige líderes que ejerzan el poder con responsabilidad, escuchando las voces de todos los sectores y promoviendo el diálogo como herramienta fundamental para la resolución de conflictos.
En el contexto actual, marcado por la instantaneidad de la información y la influencia de las redes sociales, es crucial fomentar el pensamiento crítico y la participación ciudadana informada. No podemos permitir que la simplificación de los discursos y la polarización nos lleven a abrazar soluciones fáciles que comprometen nuestros derechos y libertades.
La democracia es un proceso continuo, una construcción colectiva que requiere vigilancia constante y compromiso activo por parte de todos. La indiferencia, la resignación y la normalización de los abusos de poder son las semillas de la tiranía. Educar para la libertad, promover la cultura de la legalidad y fortalecer las instituciones democráticas son los pilares fundamentales para construir sociedades más justas y prevenir la erosión de nuestros derechos.
El camino hacia la tiranía no es un salto abrupto, sino una pendiente resbaladiza en la que la complacencia y la falta de acción nos conducen poco a poco hacia la pérdida de nuestras libertades. Es responsabilidad de cada ciudadano mantenerse vigilante, informarse y participar activamente en la vida pública para preservar los valores democráticos y evitar que la sombra de la tiranía se cierna sobre nuestras sociedades.
Fuente: El Heraldo de México