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31 de julio de 2025 a las 09:10

El legado de Rodrigo Moya

La partida de Rodrigo Moya nos deja un vacío inmenso, un silencio que solo pueden llenar las miles de imágenes que capturó a lo largo de su vida. Imágenes que no solo documentan la historia, sino que la palpitan, la respiran, la gritan a veces. Moya no era un simple observador, era un cronista con una cámara en mano, un poeta de la luz y la sombra que supo inmortalizar momentos cruciales de la historia de México y Latinoamérica. Su lente, más que un instrumento, era una extensión de su alma, un ojo crítico que se posaba sobre la realidad con una sensibilidad excepcional.

Desde el incendio en la Catedral Metropolitana, un evento que marcó a la Ciudad de México en 1967, hasta las vibrantes escenas de la vida cotidiana, Moya supo encontrar la belleza y la crudeza en cada rincón. Su obra trasciende el mero registro periodístico, alcanzando una dimensión estética innegable. Cada fotografía es una ventana al pasado, una cápsula del tiempo que nos permite conectar con momentos históricos, con personajes icónicos, con las luces y sombras de una época.

Recordemos su lente capturando la intensidad de la mirada del Che Guevara, la tensión en el rostro de un pistolero a las puertas de una cantina, o la huella de un encuentro desafortunado en el ojo de Gabriel García Márquez. Estas imágenes no solo nos hablan de los personajes, sino del contexto, del ambiente, de las historias que se tejían en cada instante.

Moya caminó junto a los ferrocarrileros, junto a los maestros, hombro a hombro con otro gigante de la fotografía, Héctor García. Su compromiso social, su militancia a través de la imagen, queda plasmado en cada una de sus fotografías. No se limitó a observar, se involucró, se comprometió con las causas sociales, convirtiendo su cámara en un arma para la denuncia, para la visibilización de las injusticias.

Su legado, como bien lo señalan figuras como Alberto del Castillo y Francisco Mata, es invaluable. Moya no solo fue un maestro de la fotografía, sino un formador de conciencias, un inspirador para generaciones de fotógrafos que ven en su obra un ejemplo de compromiso y excelencia. Su generosidad al compartir su visión de la fotografía, su pasión por la imagen como herramienta de cambio social, son una herencia invaluable para todos aquellos que buscan contar historias a través del lente.

La noticia de su fallecimiento, en la tranquilidad de su hogar en Cuernavaca, rodeado del amor de su familia, nos llena de tristeza, pero también de profunda admiración. Nos queda el consuelo de su obra, un tesoro visual que nos permite revivir momentos históricos, conectar con las emociones del pasado y reflexionar sobre el presente. Sus fotografías, expuestas en recintos como el Museo Amparo, el Centro de la Imagen y el Palacio de Bellas Artes, son un testimonio de su grandeza, un legado que seguirá inspirando a futuras generaciones. Rodrigo Moya, el fotógrafo que capturó la historia con el alma, vive a través de su obra, un legado imborrable en la memoria colectiva.

Fuente: El Heraldo de México