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30 de julio de 2025 a las 09:25

Recordando a Henry Raymont

La vida de Henry Raymont, un torbellino de experiencias que se extendió por casi un siglo, se apagó el pasado 15 de julio en el mágico pueblo de Tepoztlán. Su partida deja un vacío en el periodismo, en la cultura latinoamericana y en la memoria de quienes tuvieron la fortuna de cruzarse en su camino. A sus 98 años, este incansable latinoamericanista, un auténtico personaje salido de las páginas del realismo mágico, llevó una vida que bien podría llenar varias novelas.

Desde su Königsberg natal, hoy Kaliningrado, hasta su último refugio en Tepoztlán, pasando por Buenos Aires, Washington y Nueva York, Raymont trazó una trayectoria vital tan fascinante como la historia misma del siglo XX. Huyendo del horror nazi, la familia Rabinowitz –luego Raymont– encontró refugio en Argentina, donde el joven Henry, a la temprana edad de 16 años, descubrió su vocación periodística. Una vocación que lo llevaría a conocer y a relacionarse con prácticamente todos los líderes latinoamericanos de su tiempo. Desde presidentes hasta artistas, desde revolucionarios hasta intelectuales, pocos escaparon a la aguda mirada y a la pluma incisiva de este cronista excepcional.

Su vida estuvo marcada por momentos históricos. Estuvo presente en La Habana cuando Fidel Castro entró triunfante, y fue el primer periodista en reportar el desembarco de exiliados cubanos en Bahía de Cochinos, un episodio que le costó la cárcel e incluso la amenaza de fusilamiento. Años más tarde, el propio Fidel, en una extensa conversación con una delegación estadounidense, le explicaría las razones por las que finalmente no fue ejecutado. Una anécdota que refleja la complejidad de las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica, un tema que Raymont abordó con profundidad en su libro "Vecinos en Problemas".

Más allá del periodismo, Raymont fue un apasionado de la cultura. Su amistad con Martha Casals, viuda del célebre violonchelista Pablo Casals, le permitió ser el artífice de la llegada del Festival Casals a México en 1976. Una llamada telefónica desde la oficina del entonces presidente Luis Echeverría bastó para que este evento de talla internacional se trasladara a tierras mexicanas, dejando una huella imborrable en la vida cultural del país. Un gesto que resume la capacidad de Raymont para tender puentes entre culturas y para convertir sus pasiones en realidades tangibles.

Su paso por la Casa Blanca durante la presidencia de John F. Kennedy, su matrimonio con Wendy, vinculada a la prestigiosa familia Neiman y a las becas de Harvard, su labor docente… cada capítulo de la vida de Raymont es una ventana a un mundo fascinante, un mundo en constante cambio que él observó y documentó con la mirada perspicaz de un cronista excepcional.

Más que un periodista, Henry Raymont fue un testigo privilegiado de su tiempo, un hombre que vivió intensamente y que dejó una marca indeleble en todos aquellos que tuvieron el privilegio de conocerlo. Su legado periodístico y cultural permanece, recordándonos la importancia de la observación, la curiosidad y el compromiso con la verdad. Onkel Henry, como le gustaba que le llamaran, se ha ido, pero su historia, como las buenas melodías que tanto amaba, seguirá resonando en nuestros oídos.

Fuente: El Heraldo de México