La Feria Nacional de Durango, un evento que concentra la atención del estado, se convirtió en el escenario de un episodio que ilustra la gestión del gobernador Esteban Alejandro Villegas Villarreal: su improvisada interpretación musical. Más allá de la anécdota, este acto refleja una tendencia preocupante: el predominio de la forma sobre el fondo, del protagonismo sobre la sustancia. La intención de proyectar una imagen cercana y simpática se desdibuja ante la falta de contenido y la reiteración de actitudes que erosionan su credibilidad.

El incidente musical no es un hecho aislado. Recordemos el episodio del 16 de enero en la Ciudad de México, donde su interacción con la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, fue calificada de inapropiada, incluso misógina. En lugar de una disculpa sincera, el gobernador optó por la ironía, declarando "Soy famoso, famoso, en todo el país me conocen”, trivializando un acto que demandaba una respuesta seria y respetuosa. Su justificación posterior, afirmando que "no hay publicidad mala" y que la situación le había dado "distinción", revela una desconexión con la gravedad de sus acciones y la importancia del respeto institucional. La risa cómplice de la alcaldesa de Gómez Palacio, Leticia Herrera, no hizo más que agravar la percepción de frivolidad ante un tema delicado.

Pero la desafinación del gobernador no se limita al protocolo. Sus declaraciones en el ámbito político también muestran una tendencia a la confrontación y la imprudencia. El tema del agua, crucial para la región, fue abordado con provocación al sugerir un impuesto a los estados vecinos que se benefician del río Nazas. Sus palabras, cargadas de un tono desafiante —"los de Morena me la pelan"—, reflejan una beligerancia incompatible con la responsabilidad de su cargo. La frase "Aquí sí hay patrón. Aquí sí hay quien opere. Y no me arrugo", lejos de proyectar fortaleza, revela una preocupante inclinación al autoritarismo y la falta de diálogo.

Este tipo de declaraciones, en un contexto que exige consenso y colaboración, evidencia una falta de visión estratégica. El gobernador parece priorizar la pugna política por encima de la construcción de acuerdos y el desarrollo de políticas públicas que beneficien a la ciudadanía.

A mitad de su mandato, la gestión de Esteban Villegas Villarreal se caracteriza más por el espectáculo y la polémica que por resultados concretos. La ciudadanía espera acciones que trasciendan el protagonismo y se traduzcan en soluciones a los problemas que aquejan al estado. El tiempo apremia y la oportunidad de demostrar una gestión eficaz se reduce con cada episodio que prioriza la forma sobre el fondo. ¿Será capaz el gobernador de cambiar el rumbo y concentrarse en las necesidades reales de Durango? El futuro de su administración y del estado depende de ello.