
30 de julio de 2025 a las 09:10
Escapa como la 4T: Vacaciones de ensueño
La austeridad republicana, ese ideal tan cacareado, parece haber encontrado una nueva interpretación en estos tiempos de la Cuarta Transformación. Una interpretación, digamos, flexible. Mientras el pueblo bueno se aprieta el cinturón, ciertos personajes, ungidos por la gracia del EQPMPDM (nótese el conveniente acrónimo), parecen disfrutar de una curiosa dualidad: por un lado, la entrega abnegada al servicio del pueblo, la sonrisa perenne, la ética impecable; por el otro, el discreto, casi imperceptible, deleite de los hoteles de lujo, los restaurantes con estrellas Michelin y las zapaterías donde el precio de un par de zapatos supera el salario mensual de un trabajador promedio.
Es conmovedor, casi poético, observar cómo la revolución de las conciencias se traduce en suites con vista al mar en Capri, desayunos opulentos en el Villa Magna de Madrid, y noches de fiesta en los clubes más exclusivos de Ibiza. Un verdadero renacimiento hedonista, justificado, por supuesto, por la ardua labor de servir al pueblo.
Mientras tanto, el ciudadano común, aquel que no tiene la fortuna de formar parte de la élite transformadora, se conforma con observar desde la distancia, con una mezcla de asombro, envidia y quizás un toque de indignación. Sueña con emular, aunque sea por un fin de semana, los viajes de sus líderes morales, pero la realidad, como una fría ducha, lo devuelve a la tierra. Capri, Madrid, Tokio… destinos inalcanzables para quien no cuenta con la bendición de la 4T.
En mi caso, la austeridad republicana, esa sí, la verdadera, me obliga a cambiar Capri por Tequisquiapan, el Villa Magna por una modesta posada, y las Prada por unas sandalias más acordes a mi presupuesto. No me quejo, al contrario, abrazo la oportunidad de disfrutar de los sencillos placeres de la vida, lejos del ruido y la ostentación. Eso sí, recíbanme con un buen pulque a mi llegada a la "Lisboa queretana", que después de soñar con Europa, un poco de consuelo no viene mal.
Y mientras recorro la carretera rumbo a Tequisquiapan, reflexiono sobre la ironía de esta revolución de las conciencias, que para algunos significa servir al pueblo desde la comodidad de un hotel cinco estrellas, y para otros, simplemente, seguir luchando día a día. Quizás, en el fondo, la verdadera transformación reside en aprender a valorar lo que tenemos, y a no perder la esperanza de un futuro más justo para todos. Aunque, de vez en cuando, no esté mal soñar con un desayuno en el Villa Magna.
Fuente: El Heraldo de México