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30 de julio de 2025 a las 17:10

El último adiós a Ozzy: Birmingham despide a una leyenda

Birmingham se vistió de luto, un luto teñido de negro y metal, para despedir a su hijo pródigo, el inmortal Ozzy Osbourne. Un silencio inusual, solo roto por los acordes susurrados de Black Sabbath que emergían de algún móvil, se apoderó de las calles antes de que la procesión fúnebre comenzara su recorrido. La expectación era palpable, un nudo en la garganta colectivo que unía a miles de almas congregadas a lo largo de Broad Street, un mar humano ataviado con camisetas desgastadas, parches cosidos con devoción y miradas que reflejaban una mezcla de tristeza y reverencia. Muchos llevaban horas esperando, algunos incluso desde la noche anterior, acampados en las aceras con la esperanza de conseguir el mejor lugar para presenciar el último viaje del "Príncipe de las Tinieblas" por su ciudad natal.

El aire se cargó de emoción cuando finalmente apareció la carroza fúnebre, una solemne fortaleza negra engalanada con una cruz de flores moradas, un guiño al alma oscura pero a la vez sensible del artista. Dentro, junto al cuerpo de Ozzy, se vislumbraban más flores del mismo color, un último tributo a una vida dedicada al rock and roll. El silencio expectante se quebró entonces, dando paso a una ovación espontánea, un aplauso cargado de gratitud, de recuerdos imborrables de conciertos, de himnos coreados a pleno pulmón, de una vida que marcó a generaciones.

La caravana avanzaba lentamente, como queriendo prolongar ese último adiós, permitiendo que cada fan, cada rostro bañado en lágrimas, pudiera grabar en su memoria la imagen imborrable del último viaje de su ídolo. El recorrido, cuidadosamente planeado, culminaba en el icónico puente de Black Sabbath, un lugar que a partir de ahora se convertiría en un santuario para los seguidores de la banda y de su legendario vocalista. Las vallas metálicas que delimitaban el paso de la comitiva estaban adornadas con imágenes de Ozzy en diferentes etapas de su carrera, un recorrido visual por la vida de un icono que trascendió las barreras del tiempo y las modas.

La tristeza era palpable, un sentimiento compartido por todos los presentes, pero también se respiraba un aire de celebración, de reconocimiento a una vida vivida al límite, una vida dedicada a la música, una vida que dejó una huella imborrable en la historia del rock. Los fans compartían anécdotas, recuerdos de conciertos, imitaban sus característicos gestos, cantaban sus canciones más emblemáticas, transformando el luto en una celebración de la vida y obra de Ozzy Osbourne.

Tras la procesión, las cámaras se centraron en la familia Osbourne. Sharon, la viuda del cantante, se mostraba visiblemente afectada, apoyada en el brazo de su hijo Jack, ambos con el rostro surcado por las lágrimas. Kelly, su hija, también presente, ocultaba sus ojos tras unas gafas oscuras. La imagen de una familia rota por el dolor, pero unida por el amor y el legado de un hombre excepcional, conmovió a todos los presentes y a quienes seguían la ceremonia a través de las pantallas. El adiós a Ozzy Osbourne no fue solo la despedida a un músico, sino a un símbolo, a una leyenda que vivirá para siempre en la memoria de sus millones de seguidores en todo el mundo. Su música, su espíritu rebelde y su inigualable carisma seguirán resonando en los corazones de quienes encontraron en él una voz, una inspiración, una forma de vida. El Príncipe de las Tinieblas se ha ido, pero su reinado en el mundo del rock es eterno.

Fuente: El Heraldo de México