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30 de julio de 2025 a las 06:50

Caos vial: Combi vs Combi en Naucalpan

El asfalto hirviente de Naucalpan se convirtió en un improvisado ring de lucha libre. El sol caía a plomo, testigo mudo de un espectáculo tan lamentable como viral. Dos figuras, una de camisa oscura, la otra de un rojo encendido como la furia que los embargaba, se enfrascaron en un danza de empujones y manotazos. La escena, digna de una película de bajo presupuesto, tenía como telón de fondo una barricada verde, símbolo irónico de la contención que brillaba por su ausencia.

Un tercer personaje entra en escena, el narrador anónimo, el hombre detrás de la cámara. Con una voz que oscilaba entre la incredulidad y la excitación, documentaba el altercado. Sus palabras, cargadas de una jerga coloquial, transformaban la riña callejera en un evento deportivo. “¡Se prendió!”, se le escucha exclamar, como si de un cronista deportivo se tratase. ¿Morbo? ¿Entretenimiento? ¿Simplemente el reflejo automático de una generación pegada a las pantallas, ansiosa por compartir el siguiente video viral?

La tensión crecía con cada segundo. El círculo de curiosos, inicialmente expectantes, se fue transformando en una masa agitada. Lo que comenzó como un duelo singular se convirtió en una batalla campal. La chispa de la violencia, avivada por la adrenalina y el griterío, prendió en otros conductores, quienes, olvidando sus rutas y pasajeros, se unieron al frenesí. La barricada verde, antes testigo silencioso, se convirtió en un obstáculo más en la coreografía caótica de puños y patadas.

La narrativa del camarógrafo, inicialmente jocosa, adquiere un tono de preocupación. El “influencer” accidental, atrapado en la vorágine que él mismo ayudó a crear, se ve envuelto en la trifulca. De testigo a participante, la línea se difumina. La cámara tiembla, el audio se distorsiona, reflejando el caos reinante. El video termina abruptamente, dejándonos con un sinfín de preguntas.

¿Qué detonó la ira inicial? ¿Eran viejas rencillas, la presión del tráfico, la precariedad laboral? ¿Qué fue de los pasajeros, abandonados a su suerte en medio del espectáculo? ¿Hubo consecuencias legales? Las redes sociales, ese tribunal implacable de la opinión pública, se llenaron de comentarios. Algunos condenaban la violencia, otros se burlaban de la situación, y muchos más cuestionaban el papel del camarógrafo, ese personaje ambiguo que oscila entre el observador y el instigador. El video, fragmento de una realidad compleja, se convierte en un espejo de la sociedad, reflejando nuestras contradicciones y la fascinación morbosa por el conflicto. La pelea en Naucalpan, más que un hecho aislado, es un síntoma de una sociedad crispada, donde la violencia se convierte en un espectáculo y la línea entre el testigo y el participante se vuelve cada vez más borrosa.

Fuente: El Heraldo de México