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31 de julio de 2025 a las 00:05

Alerta: Tsunami en Isla de Pascua

La tierra tembló a miles de kilómetros de distancia, en las frías aguas que bañan la península de Kamchatka, pero su furia se sintió con fuerza en la paradisíaca Isla de Pascua. Un terremoto de magnitud 8,8, una cifra que hiela la sangre, desató la furia del océano Pacífico, enviando un mensaje de alerta en forma de olas gigantescas. En Rapa Nui, el corazón latía al ritmo del temor. Las sirenas aullaban, rompiendo la tranquilidad habitual de la isla, instando a la población a buscar refugio en las zonas altas. El Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (Senapred) no tardó en activar los protocolos de evacuación preventiva, una carrera contra el tiempo para salvaguardar la vida de los habitantes y visitantes.

Las redes sociales, convertidas en el ojo vigilante del mundo, se inundaron de imágenes impactantes. Videos que mostraban el avance implacable del mar, engullendo las playas de Hanga Roa, un espectáculo aterrador y a la vez fascinante de la fuerza de la naturaleza. La arena, habitual escenario de juegos y descanso, se convertía en el lecho de un mar embravecido.

Minuto a minuto, la tensión crecía. La incertidumbre se apoderaba de todos. ¿Cuál sería la magnitud del impacto? ¿Hasta dónde llegarían las aguas? Las autoridades chilenas, con el ministro del Interior Álvaro Elizalde a la cabeza, informaban con cautela sobre la evolución de la situación. El Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada (SHOA) confirmaba la llegada de las primeras olas a Rapa Nui, con una amplitud de 40 centímetros, un suspiro de alivio que no apagaba la alerta.

Nuevas imágenes, aún más dramáticas, llegaban desde la caleta pesquera. Los adoquines, testigos silenciosos de la vida cotidiana de los pescadores, se veían arrancados de cuajo por la fuerza del agua. Locales comerciales, el sustento de muchas familias, quedaban inundados, un panorama desolador que reflejaba la vulnerabilidad ante la furia del océano.

La amenaza no se limitaba a la Isla de Pascua. La Red Geocientífica de Chile reportaba elevaciones del nivel del mar en ciudades costeras como Antofagasta, Mejillones y Taltal. El fantasma del tsunami se extendía a lo largo de la costa chilena, manteniendo en vilo a miles de personas. En Caldera, las aguas también comenzaron a mostrar su poder, con variaciones de hasta 30 centímetros.

La solidaridad no se hizo esperar. Mensajes de apoyo y preocupación llegaban desde todos los rincones del país y del mundo. La comunidad internacional se unía en un abrazo virtual a los afectados, ofreciendo ayuda y aliento en estos momentos de angustia.

La lección aprendida es una vez más la humildad ante la naturaleza. Un recordatorio de que, a pesar de nuestros avances tecnológicos y científicos, seguimos siendo vulnerables a sus caprichos. La tierra, el mar, el viento, son fuerzas poderosas que debemos respetar y comprender. La prevención y la preparación son nuestras mejores armas para enfrentar estos eventos, y la solidaridad, el bálsamo que nos ayudará a reconstruir lo perdido. Rapa Nui, herida pero no vencida, se levanta una vez más, con la mirada puesta en el futuro y la esperanza en el corazón.

Fuente: El Heraldo de México