
29 de julio de 2025 a las 09:25
Supera tus marcas
La sombra del dopaje se cierne una vez más sobre el mundo del atletismo, recordándonos la fragilidad de la gloria y la persistencia de una lucha contra un enemigo escurridizo. El reciente caso de Ruth Chepngetich, plusmarquista mundial de maratón, nos obliga a reflexionar sobre la complejidad de este problema que trasciende lo meramente deportivo. No se trata solo de una atleta excepcional bajo sospecha, sino de la credibilidad de todo un sistema, de la validez de los récords, de la confianza de los aficionados.
La historia del dopaje en el atletismo es una larga y triste crónica de sueños rotos y carreras truncadas. Desde el estremecedor caso de Ben Johnson en Seúl 88, que dejó una profunda huella en la memoria colectiva, hasta los escándalos que periódicamente salpican las competiciones internacionales, la lucha contra las sustancias prohibidas se ha convertido en una carrera contrarreloj. Avances científicos, nuevas técnicas de detección, organismos de control cada vez más sofisticados… y sin embargo, el dopaje sigue ahí, agazapado, buscando resquicios en el sistema.
¿Qué lleva a un atleta a cruzar la línea roja? Las presiones son enormes: la búsqueda del éxito a toda costa, la exigencia de resultados inmediatos, el ansia de reconocimiento, la promesa de jugosos contratos publicitarios. En un mundo hipercompetitivo donde las diferencias entre la victoria y la derrota se miden en centésimas de segundo, la tentación de recurrir a atajos ilícitos puede ser irresistible. Y no podemos olvidar el contexto socioeconómico, donde para algunos atletas, el deporte representa la única vía de escape de la pobreza, una oportunidad de cambiar su destino y el de sus familias.
El caso de Chepngetich es particularmente doloroso. Una atleta que ha alcanzado la cima del maratón, cuyo nombre está grabado en los anales de la historia del deporte, ahora se enfrenta a la posibilidad de perderlo todo. La presencia de un diurético en su orina, aunque no sea una sustancia prohibida en sí misma, enciende las alarmas. Los diuréticos pueden utilizarse para enmascarar la presencia de otras sustancias dopantes, y por ello su uso está estrictamente regulado. La investigación en curso determinará si Chepngetich ha cometido una infracción o si existe una explicación médica plausible.
Más allá de las sanciones y las consecuencias individuales, el dopaje erosiona los valores fundamentales del deporte: la honestidad, el juego limpio, el esfuerzo y la perseverancia. Cuando un atleta recurre a sustancias prohibidas, no solo engaña a sus rivales y al público, sino que se engaña a sí mismo. Desvirtúa el espíritu de la competición y menoscaba el valor intrínseco del deporte.
La lucha contra el dopaje es una responsabilidad compartida. Atletas, entrenadores, médicos, federaciones, organismos internacionales, medios de comunicación y aficionados, todos debemos contribuir a crear una cultura de respeto a las reglas y a la ética deportiva. La educación, la prevención y la transparencia son pilares fundamentales en esta batalla. Solo a través de un esfuerzo conjunto podremos proteger la integridad del deporte y garantizar que la victoria sea el resultado del talento, la dedicación y el trabajo duro, y no de una ventaja artificial obtenida de forma fraudulenta. El futuro del atletismo, y del deporte en general, depende de ello.
Fuente: El Heraldo de México