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29 de julio de 2025 a las 06:40

Inspira a la juventud

En un mundo saturado de estímulos efímeros, donde la atención se fragmenta y la verdad se diluye entre el ruido digital, la misión de infundir esperanza y conocimiento en las nuevas generaciones se erige como un faro vital. Esta es la convicción compartida por figuras clave del Vaticano y el mundo académico católico, reunidas en la Asamblea General de la Federación Internacional de Universidades Católicas (FIUC). Desde la voz del Secretario para las Relaciones con los Estados, Richard Gallagher, hasta la del Nuncio Apostólico en México, Joseph Spitieri, resuena un llamado a la acción: las universidades, como crisoles del saber y la formación integral, deben ser baluartes contra la marea de la superficialidad.

El Cardenal José Robles, con la sabiduría que le caracteriza, subraya la importancia de las universidades como promotoras incansables de la verdad, impulsoras de la creatividad que transforma y constructoras de la paz tan anhelada en tiempos convulsos. Sus palabras dibujan la imagen de la universidad ideal: un espacio donde la búsqueda del conocimiento se entrelaza con el crecimiento humano, un laboratorio de ideas donde la ciencia y la conciencia dialogan en armonía. "Una escuela es un lugar de humanidad", afirma el Cardenal, recordándonos la esencia misma de la educación: formar no solo mentes brillantes, sino también corazones compasivos.

En este contexto, el Cardenal José Tolentino de Mendonça, Prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación del Vaticano, profundiza en la compleja realidad que enfrentan las instituciones católicas de educación superior. En una entrevista exclusiva con El Heraldo de México, el Cardenal Tolentino de Mendonça reconoce los desafíos de la contemporaneidad: la incertidumbre que se cierne sobre el futuro, la desesperanza que acecha a muchos jóvenes y las dificultades inherentes a un mundo en constante transformación. Sin embargo, lejos de sucumbir ante la adversidad, las universidades católicas asumen estos retos como propios, abrazando las esperanzas y las inquietudes de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Se convierten, así, en espacios de diálogo y discernimiento, donde la fe y la razón se encuentran para iluminar los caminos del presente y del futuro.

La FIUC, con un siglo de historia a sus espaldas y más de 250 instituciones educativas bajo su amparo, se presenta como un actor fundamental en este escenario. En su Asamblea General, celebrada en la Universidad del Valle de Atemajac, Campus Guadalajara (UNIVA), se analizan los retos que enfrentan las universidades católicas en su labor como "coreógrafas del conocimiento". Esta metáfora, tan elocuente, nos invita a reflexionar sobre el papel dinámico y creativo que desempeñan estas instituciones en la formación de las nuevas generaciones. No se trata simplemente de transmitir información, sino de guiar a los estudiantes en un proceso de descubrimiento, de inspirarlos a conectar ideas, a construir puentes entre disciplinas y a desarrollar un pensamiento crítico y creativo.

En un mundo donde la información fluye a raudales, la capacidad de discernir, de analizar y de construir conocimiento se vuelve más crucial que nunca. Las universidades católicas, con su arraigada tradición humanista y su compromiso con la verdad, están llamadas a ser faros que iluminen el camino de la juventud, guiándola hacia un futuro esperanzador, donde el conocimiento se convierta en un instrumento de transformación personal y social. La tarea es inmensa, pero la convicción es firme: la educación es la clave para construir un mundo más justo, más solidario y más humano.

Fuente: El Heraldo de México