
29 de julio de 2025 a las 09:15
Dale voz a lo invisible
La sombra del silencio se extiende sobre México, un manto opresivo tejido con la deliberada omisión de las víctimas. Desde las altas esferas del poder, se ha instaurado una política de la no-mención, un intento por borrar la realidad a través del lenguaje. "Lo que no se nombra, no existe", una frase que resonaba como un grito de batalla contra la invisibilización, ahora se utiliza como herramienta para silenciar el clamor de un país ahogado en la violencia. La ironía es cruel: un gobierno que se autoproclama defensor del pueblo, se niega a pronunciar los nombres de aquellos a quienes debería proteger.
Irma Hernández, un nombre que apenas rozó los labios del poder, reducido a la impersonalidad de "la persona". Un minuto de atención para una vida arrebatada, un insulto a su memoria y a la de todas las víctimas que se acumulan en la estadística fría y deshumanizada. Más de 221 mil homicidios dolosos, 125 mil desaparecidos, cifras que se pierden en el laberinto de la retórica oficial, eclipsadas por los números de la aprobación y la popularidad. Una estrategia perversa: mientras el gobierno se regodea en sus propios logros, la realidad del país se desangra en silencio.
El control de la narrativa se convierte en un arma de doble filo. Se silencian las voces disidentes, se minimizan las tragedias, se construye una realidad alternativa donde la violencia no existe porque no se nombra. Pero la sangre derramada no se puede borrar con palabras, el dolor de las familias no se acalla con discursos vacíos. El caso de Irma Hernández es un ejemplo desgarrador: secuestrada, obligada a leer un mensaje de extorsión, encontrada muerta. Y la respuesta oficial, una burla macabra: un infarto, como si la violencia no hubiera tenido nada que ver. Una mentira que no solo insulta a la víctima, sino que desnuda la indolencia del Estado.
Los 43 de Ayotzinapa, un símbolo de la tragedia nacional, utilizados como bandera política y luego abandonados al olvido. La promesa de justicia, incumplida. El pasar lista, un ritual de memoria y resistencia, silenciado. El poder se acomoda en su silla, la impunidad se convierte en la norma, y las víctimas se desvanecen en la sombra del silencio.
Catorce mujeres, veintiocho niños, sesenta y cuatro homicidios dolosos cada día. Cifras que golpean, que deberían encender las alarmas, pero que se pierden en el ruido de la propaganda. La percepción de inseguridad se agudiza, el miedo se instala en las calles, y el gobierno responde con evasivas y silencios. 114 homicidios múltiples en dos años, 390 víctimas, un panorama desolador que el poder se empeña en ignorar.
El silencio no es una solución, es una complicidad. No borra la realidad, la agrava. No trae paz, alimenta la impunidad. La verdadera justicia comienza por nombrar a las víctimas, por reconocer su dolor, por exigir que sus historias no se pierdan en el olvido. Porque mientras el Estado se niega a pronunciar sus nombres, ellas seguirán existiendo en la sombra, un grito silencioso que reclama justicia.
Fuente: El Heraldo de México