La madrugada del martes 29 de julio, la tranquilidad de la colonia Acero en Monterrey se vio interrumpida por un estruendo que resonó en los edificios aledaños. Un aparatoso accidente, digno de una película de acción, dejó a su paso una estela de destrucción y una camioneta volcada sobre la Avenida Colón. Imaginen la escena: los restos de un muro de contención esparcidos por el asfalto, una camioneta Ram Adventure, otrora imponente, ahora yaciendo de costado como un juguete roto, y una columna del Metrorrey, testigo silencioso del violento impacto.

José Manuel Flores, el conductor del vehículo, se convirtió en el protagonista involuntario de esta historia. Según las investigaciones preliminares, Flores participaba en una carrera clandestina, una práctica lamentablemente común que convierte las calles en improvisadas pistas de carreras, poniendo en riesgo la vida de conductores y transeúntes. La velocidad, combinada con una maniobra imprudente, fue la receta perfecta para el desastre. Al tomar una curva a alta velocidad, Flores perdió el control de su camioneta, impactando contra un muro de contención y saliendo proyectado por los aires, cual bala disparada de un cañón.

La caída de 10 metros de altura fue brutal. La camioneta, tras chocar contra una columna del Metrorrey, terminó volcada sobre la Avenida Colón, obstaculizando uno de los carriles y sembrando el caos en la circulación. Dentro de la cabina, José Manuel permaneció inconsciente por varios minutos, atrapado entre los hierros retorcidos. La imagen era impactante: el metal destrozado, los vidrios rotos, el silencio interrumpido solo por el goteo de algún fluido del vehículo.

Afortunadamente, los rescatistas de Protección Civil de Monterrey llegaron rápidamente al lugar. Con la precisión y eficiencia que los caracteriza, lograron extraer a Flores de la camioneta. Para sorpresa de todos, el conductor recuperó el conocimiento mientras recibía los primeros auxilios. A pesar de la magnitud del impacto, y de la altura desde la que cayó, José Manuel Flores se encontraba estable, un verdadero milagro considerando las circunstancias.

Mientras los paramédicos atendían al conductor, agentes de Tránsito acordonaban la zona y desviaban el tráfico. Los tres carriles del lado norte de la Avenida Colón permanecieron cerrados temporalmente, mientras una grúa retiraba la camioneta destrozada y personal de Protección Civil se encargaba de limpiar los restos del accidente. Grandes trozos de concreto, pedazos de metal y vidrios rotos cubrían el asfalto, un recordatorio tangible de la violencia del impacto.

Este accidente nos recuerda la importancia de la responsabilidad al volante. La velocidad y la imprudencia pueden tener consecuencias devastadoras, no solo para el conductor, sino también para otras personas inocentes. José Manuel Flores tuvo suerte, pero no todos tienen la misma fortuna. Que este incidente sirva como una llamada de atención para todos nosotros. Respetemos las normas de tránsito, valoremos nuestra vida y la de los demás. Las calles no son pistas de carreras, y la velocidad no es sinónimo de valentía, sino de irresponsabilidad.