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29 de julio de 2025 a las 09:45

Abraza la Vida Ahora

La realidad laboral en México nos golpea con una paradoja cruel: somos quienes más horas "trabajamos" pero quienes menos producimos y ganamos. Romper con este tabú requiere no solo entenderlo, sino evidenciar las estructuras que perpetúan esta dinámica y que, a menudo, se disfrazan de estabilidad o incluso de seguridad laboral. Ese cansancio abrumador al llegar a casa, tras una jornada interminable y con frecuencia improductiva, es una experiencia compartida por millones. No se trata solo de una sensación, sino de una realidad reflejada en datos concretos. La OCDE nos coloca en el último lugar en cuanto a equilibrio entre vida y trabajo. Permanecer en la oficina o el taller más allá del horario establecido se ha normalizado, arraigado en nuestra cultura laboral como la tortilla en nuestra dieta.

Este contrasentido con el progreso se explica al analizar las raíces de nuestro sistema laboral. Desde el artículo 123 constitucional, dividido en apartados A y B, se creó una distinción que ha generado profundas desigualdades. Mientras el apartado A rige a la iniciativa privada, el B se aplica a los trabajadores del Estado, creando un escenario de doble rasero. Las normas que buscan la sincronía con el mundo laboral global solo se aplican a un sector, mientras que el gobierno y sus trabajadores, a menudo, operan bajo prácticas obsoletas y poco eficientes. Esto incluye la falta de liderazgos con conocimientos específicos en sus áreas, y la multiplicidad de normativas en sectores como las fuerzas policiales, militares y judiciales, como si el derecho laboral fuera un traje a la medida y no un derecho universal.

A esto se suma una cultura de la presencia, donde se valora más el tiempo físico en el lugar de trabajo que la productividad real. Esta cultura se traduce en horas improductivas que lastran sectores clave como la salud, frenando el crecimiento de empresas que ofrecen empleos de calidad y, por ende, la prosperidad general que se traduce en mayores ingresos fiscales.

La falta de coordinación gubernamental en la gestión de una administración eficiente perpetúa este círculo vicioso. México lidera el ranking negativo de productividad, con consecuencias devastadoras: una cultura que premia la presencia sobre la eficiencia, la ausencia de regulaciones que limiten la jornada laboral, y salarios bajos que condenan a la pobreza laboral. Este cóctel explosivo afecta a todos los trabajadores, tanto del sector público como del privado, manteniendo la promesa de mejora siempre fuera de alcance.

En las propias palabras de una trabajadora de la Ciudad de México: "El descanso parece una culpa. Salir antes de las ocho de la noche está mal visto. La familia espera, pero el trabajo no tiene fin." Este testimonio refleja la realidad de millones de mexicanos, atados a una tiranía de horas robadas que impactan directamente en su salud física y mental. México se convierte así en el país con mayor prevalencia de ausencias familiares, sin sentido ni propósito, donde las vacaciones se toman a cuenta gotas, como pequeños préstamos de tiempo.

La vida, sin embargo, no se detiene. Ante este panorama desolador, la pregunta crucial persiste: ¿está México listo para repensar su forma de trabajar y de vivir? ¿O seguiremos postergando la vida, esperando un futuro que nunca llega, mientras celebramos la resignación? La respuesta, como siempre, está en nuestras manos.

Fuente: El Heraldo de México