
28 de julio de 2025 a las 09:15
Influencers: ¿ángeles o demonios?
El fulgor de las redes sociales, con su promesa de fama y fortuna instantáneas, ha cautivado a una generación. Las cifras son contundentes: en México y en gran parte de Latinoamérica, la aspiración de convertirse en influencer supera con creces el interés por las carreras tradicionales. Jóvenes, incluso niños, sueñan con una vida ante las cámaras, anhelando los likes, la admiración y la aparente libertad financiera que este estilo de vida proyecta. Sin embargo, la realidad tras la pantalla puede ser mucho más oscura de lo que aparenta. Los recientes casos de influencers involucrados en delitos graves, desde agresiones con arma blanca hasta feminicidios e incluso desapariciones forzadas, sacuden los cimientos de este mundo virtual y nos obligan a una profunda reflexión.
No se trata simplemente de casos aislados, sino de una llamada de atención sobre los peligros que acechan tras la búsqueda desenfrenada de la popularidad online. La presión por mantener una imagen perfecta, la constante necesidad de validación externa y la difusa línea entre la vida pública y la privada pueden generar una tormenta perfecta para la salud mental. Ansiedad, depresión, baja autoestima, e incluso adicción a la aprobación ajena, son algunos de los riesgos a los que se enfrentan quienes viven bajo el escrutinio constante de las redes.
La historia de Marianne y Valentina, donde una agresión con cuchillo se resuelve con una disculpa pública y una compensación económica, ilustra la banalización de la violencia en un contexto donde la justicia parece diluirse en la inmediatez de las redes. ¿Es suficiente una disculpa y una suma de dinero para reparar el daño causado? ¿Qué mensaje enviamos a la sociedad al minimizar las consecuencias de actos violentos perpetrados por figuras públicas?
Los casos más graves, como el del influencer sentenciado a 75 años de prisión por su participación en el asesinato de tres estudiantes de cine, nos confrontan con la cruda realidad: la fama online no exime a nadie de la responsabilidad penal. La impunidad no tiene cabida en el mundo digital, y es fundamental que la justicia actúe con rigor ante cualquier delito, sin importar la popularidad o el número de seguidores del implicado.
La creciente integración de la Inteligencia Artificial en las plataformas digitales añade otra capa de complejidad a este panorama. Si bien la IA ofrece nuevas posibilidades para la creación de contenido, también plantea el riesgo de una mayor proliferación de información sin control, sin ética y sin responsabilidad social.
¿Cómo podemos, entonces, navegar en este mar de posibilidades y peligros? La clave reside en la educación y la promoción del pensamiento crítico. Es fundamental que, como sociedad, impulsemos la alfabetización digital, enseñando a los jóvenes a discernir entre la realidad y la ficción, a cuestionar la información que consumen y a comprender las implicaciones éticas de sus acciones en el mundo digital.
Necesitamos fomentar una cultura de responsabilidad online, donde la creación de contenido se base en valores sólidos y en el respeto a los demás. Los influencers, como figuras públicas con gran alcance, tienen una responsabilidad especial en este sentido. Deben ser conscientes del impacto de sus palabras y acciones en su audiencia, y utilizar su plataforma para promover mensajes positivos y constructivos.
El camino hacia un ecosistema digital más sano y equilibrado requiere un esfuerzo conjunto. Padres, educadores, creadores de contenido, plataformas digitales y autoridades debemos trabajar en sinergia para formar ciudadanos digitales responsables, capaces de aprovechar las oportunidades que ofrece la tecnología sin caer en sus trampas. La fama efímera no puede justificar la pérdida de valores, la vulneración de los derechos humanos ni la banalización de la violencia. El futuro del mundo digital depende de nuestra capacidad para construir una cultura de responsabilidad, ética y respeto.
Fuente: El Heraldo de México