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28 de julio de 2025 a las 06:10
Descubre las 5 esculturas gigantes del Templo Mayor
Adentrarse en el corazón del Centro Histórico de la Ciudad de México, entre las calles de República de Guatemala y República de Argentina, es como viajar en el tiempo. A cada paso, los vestigios del Templo Mayor de Tenochtitlan emergen, susurrando historias de un imperio que dominó Mesoamérica. Imaginen la magnitud de esta pirámide, ampliada siete veces por cada tlatoani que asumía el poder, una muestra palpable de su ambición y del fervor religioso que impulsaba a los mexicas. Los conquistadores españoles, testigos de la última etapa constructiva, describieron una estructura imponente de 400 metros por lado y 45 metros de altura, un colosal monumento que, lamentablemente, fue destruido. Sin embargo, de entre las ruinas, han resurgido tesoros que nos permiten vislumbrar la grandeza de esta civilización. Acompáñenos a descubrir cinco de las esculturas más impresionantes halladas en el Templo Mayor y sus alrededores.
La mañana del 2 de octubre de 2006, el predio Las Ajaracas, frente al Museo del Templo Mayor, fue escenario de un descubrimiento excepcional: la monumental escultura de Tlaltecuhtli. Con sus 4.19 metros de largo, 3.62 de ancho y un peso de 12 toneladas, esta pieza de la Etapa VII del Templo Mayor (1502-1521) nos confronta con la dualidad de la vida y la muerte. "La paridora y la devoradora de la vida", como se le conocía, recibía los cadáveres en su matriz para luego parirlos hacia su destino final. Su relieve, cargado de simbolismo, nos invita a reflexionar sobre la cosmovisión mexica. Hoy, podemos admirar esta obra maestra en el Museo del Templo Mayor.
Un descubrimiento fortuito la madrugada del 21 de febrero de 1978, durante la instalación de cableado eléctrico, cambió para siempre la historia de la arqueología mexicana. Las palas de los trabajadores de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro tropezaron con la majestuosa Coyolxauhqui, la diosa de la Luna. Con 8 toneladas y 3.25 metros de diámetro, la escultura yacía al pie del Templo Mayor, tal como lo narra el mito de su muerte a manos de su hermano Huitzilopochtli. "La que se adorna con cascabeles", como su nombre lo indica, nos transporta al Cerro de Coatepec, escenario de esta legendaria batalla. Al igual que Tlaltecuhtli, Coyolxauhqui se exhibe en el Museo del Templo Mayor, un testimonio tangible del rico panteón mexica.
Retrocedamos a 1790. Durante las remodelaciones de la Plaza Mayor, el 13 de agosto, emerge de la tierra una escultura de 2.5 metros de altura. Su identidad aún genera debate entre los expertos, pero la hipótesis más aceptada la identifica como Coatlicue, la madre de Huitzilopochtli. Su atuendo, un collar de corazones y manos humanas, un cinturón de serpientes y una falda del mismo material, evoca la fuerza de la naturaleza. Los dientes que emergen de sus hombros y codos, junto con las representaciones de Tláloc y Tlaltecuhtli en su espalda, la conectan con el mundo terrenal y sus deidades. Esta impresionante figura se encuentra en el Museo Nacional de Antropología, invitándonos a descifrar sus misterios.
Pocos meses después, el 17 de diciembre de 1790, el mismo lugar nos regala otro tesoro: la Piedra del Sol. Este disco de 3.6 metros de diámetro y 1.2 metros de grosor, con la fecha 1479 grabada en su superficie, nos habla del reinado de Axayácatl y del mito de los 5 soles. El rostro de Tonatiuh, dios del Sol, domina el centro de la piedra, rodeado de una rica iconografía que nos sumerge en la cosmología mexica. Encontrada bocabajo, se cree que su ubicación no era la original. Junto a Coatlicue, la Piedra del Sol se exhibe en el Museo Nacional de Antropología, un testimonio de la complejidad del pensamiento mexica.
Finalmente, el Teocalli de la Guerra Sagrada, una escultura con forma de templo en miniatura, nos habla del poderío mexica y de la importancia de la guerra en su cultura. "Teocalli", que significa "casa de dios" en náhuatl, representa el mito fundacional de Tenochtitlan y exalta la figura de Moctezuma Xocoyotzin, tlatoani durante su creación. Con aproximadamente 1 metro por lado en su base y 1.2 metros de altura, esta pieza concentra una poderosa simbología, incluyendo la representación del águila devorando corazones sobre un nopal, emblema de la guerra sagrada. Podemos admirarla en la Sala Mexica del Museo Nacional de Antropología, una ventana a la ideología y el poder del imperio mexica.
Estas cinco esculturas, rescatadas del olvido, nos permiten reconstruir, pieza a pieza, la grandeza de Tenochtitlan y la complejidad de la cultura mexica. Son un recordatorio tangible de un pasado glorioso que sigue vivo en el corazón de México.
Fuente: El Heraldo de México