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27 de julio de 2025 a las 20:10

Tragedia en Gaza: Bebé fallece de hambre

El llanto silencioso de Gaza resuena en cada imagen que nos llega. No son solo fotografías, son gritos desesperados que atraviesan las pantallas y nos sacuden la conciencia. La historia de Zainab, una vida apagada antes de florecer, se convierte en el símbolo trágico de una crisis humanitaria que no podemos ignorar. Imaginen, por un instante, un tobillo tan delgado como el pulgar de un adulto. Imaginen la fragilidad extrema de un cuerpo que se consume, las costillas marcadas bajo la piel translúcida. Es la imagen desgarradora de la inanición, la huella brutal de una guerra que roba la vida incluso antes de que pueda ser vivida plenamente.

Zainab no es un número, es una niña que debió haber reído, jugado, aprendido a caminar. Es la hija que una madre llevó en su vientre durante nueve meses, la pequeña a la que amamantó con la esperanza de un futuro mejor. Pero en Gaza, la esperanza se desvanece con la misma rapidez con la que un cuerpo infantil se consume. La falta de alimentos esenciales, la escasez de una fórmula especial para bebés alérgicos a la leche de vaca, se convierten en sentencias de muerte. La diarrea crónica, los vómitos, un sistema inmunológico debilitado… son los eslabones de una cadena trágica que termina con la sepsis y un peso que disminuye hasta alcanzar la cifra imposible de menos de dos kilogramos.

La historia de Zainab se multiplica en miles de rostros infantiles, en las miradas perdidas de madres y padres que cargan a sus hijos desnutridos, con los huesos de la columna vertebral marcados en la piel. Son familias que imploran por comida, que buscan desesperadamente un alivio a un sufrimiento que parece no tener fin. Son los habitantes de Gaza, atrapados en un ciclo de violencia y privaciones, convertidos en cifras, en estadísticas que el mundo parece ignorar.

¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI, niños mueran de hambre? ¿Cómo podemos permanecer impasibles ante el dolor de un pueblo que clama por ayuda? La "pausa táctica" anunciada por el gobierno israelí y la apertura de corredores humanitarios son un pequeño paso, un respiro en medio de la asfixia. Pero no es suficiente. Se necesita una solución definitiva, una acción concertada de la comunidad internacional para poner fin a esta tragedia.

No podemos permitir que la lista de nombres como el de Zainab siga creciendo. No podemos permitir que la infancia se convierta en sinónimo de sufrimiento. Es nuestra responsabilidad, como seres humanos, alzar la voz y exigir un futuro digno para los niños de Gaza. Un futuro donde la vida no se mida en kilogramos, donde la sonrisa no sea un lujo y donde la esperanza no sea una utopía. Es hora de actuar, de convertir la indignación en acción, de transformar las lágrimas en un clamor por la paz y la justicia. El silencio cómplice nos convierte en partícipes de esta tragedia. No podemos, no debemos mirar hacia otro lado.

Fuente: El Heraldo de México