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27 de julio de 2025 a las 09:10

Rompen corazones, no récords.

La violencia contra las mujeres, lamentablemente, no discrimina entre profesiones, ni entre estratos sociales. Encontramos casos en todos los ámbitos, incluso en el mundo del deporte, donde figuras admiradas y elevadas a la categoría de ídolos, han demostrado una faceta oscura y violenta. Desde futbolistas como Renato Ibarra, Diego Maradona y Dani Alves, hasta beisbolistas como Julio Urías y Roberto Osuna, pasando por estrellas de la NFL como O.J. Simpson y Von Miller, la lista es larga y dolorosa. Y no podemos olvidar casos impactantes como el de Oscar Pistorius, Mike Tyson o Floyd Mayweather. Todos ellos, en mayor o menor medida, han estado involucrados en episodios de violencia contra las mujeres, desde agresiones físicas y psicológicas hasta abusos sexuales e incluso feminicidios.

Lo más preocupante es la impunidad que a menudo rodea estos casos. Muchos de estos deportistas, amparados en su fama y fortuna, logran evadir las consecuencias de sus actos, contratando abogados hábiles que los libran de la justicia. Y lo que es aún más inquietante, cuentan con el apoyo incondicional de una parte del público, que ciego por la admiración, justifica sus comportamientos violentos argumentando sus logros deportivos. Como sociedad, nos indignamos ante la impunidad cuando somos víctimas de un delito, pero cuando se trata de nuestros ídolos deportivos, les perdonamos todo, especialmente si las víctimas son mujeres. Pareciera que sus habilidades en el campo de juego borran cualquier falta, cualquier acto de barbarie.

En este contexto, las recientes declaraciones de Javier Hernández resultan profundamente preocupantes. Su discurso retrógrado y machista, que relega a la mujer al rol de esposa, madre y ama de casa, dependiente económicamente del "hombre proveedor", es un insulto en pleno siglo XXI, en un país que, a pesar de su arraigado machismo, tiene a una mujer como presidenta. Es alarmante la cantidad de personas que se identifican con las palabras de un futbolista en declive, aferrado a una visión arcaica y misógina del mundo. Hernández, amparado en su fama pasada, se siente con el derecho de difundir un discurso que denigra a la mujer, ignorando los avances y las luchas por la igualdad de género.

La tibia reacción de las Chivas, la FMF y la marca Puma ante estas declaraciones, que solo se pronunciaron después de la condena pública de Claudia Sheinbaum, es también un reflejo de la tolerancia que aún existe hacia este tipo de discursos. Es necesario dejar de idealizar a estos deportistas. Sus actos y palabras reflejan quiénes son realmente, y no podemos seguir justificándolos por sus habilidades deportivas.

Merecen una segunda oportunidad quienes demuestren un cambio real, una deconstrucción de sus ideas machistas y una comprensión profunda del daño que causan. No basta con una disculpa superficial, se requiere un compromiso genuino con la igualdad y el respeto hacia las mujeres. Deben predicar con el ejemplo, demostrar con acciones que han interiorizado la gravedad de sus conductas. De lo contrario, su discurso seguirá siendo un eco del machismo que tanto daño ha hecho y sigue haciendo a nuestra sociedad.

Fuente: El Heraldo de México