
27 de julio de 2025 a las 22:10
Comando ataca policía en Chiapas
La tranquilidad del ejido Guadalupe Victoria, en Amatenango de la Frontera, Chiapas, se vio brutalmente interrumpida en la madrugada del domingo. Un comando armado, con la oscuridad como aliada, desató una lluvia de balas contra la comandancia de la Policía Municipal, dejando una estela de miedo e incertidumbre entre los habitantes. La Fiscalía General del Estado (FGE) ha confirmado el saldo de un policía herido en el tobillo, afortunadamente en condición estable, y ha iniciado una carpeta de investigación para dar con los responsables de este acto de violencia. Sin embargo, las preguntas se acumulan más rápido que las respuestas.
¿Qué motivó este ataque? ¿Quiénes son los autores intelectuales y materiales? ¿Es este un episodio aislado o el preludio de una escalada de violencia en la región? La FGE trabaja contrarreloj para esclarecer los hechos, pero la sombra de la impunidad se cierne sobre Guadalupe Victoria, un municipio golpeado por la violencia del crimen organizado. La incertidumbre se alimenta de los rumores, los susurros que corren de boca en boca, que vinculan a los agresores con un grupo generador de violencia, presuntamente relacionado con el cártel de Chiapas y Guatemala.
Los testimonios de los pobladores, aún conmocionados por el ataque, dibujan una escena de terror. Hombres armados irrumpiendo en la tranquilidad de la noche, sembrando el pánico con sus disparos. Se habla de una ruta de escape trazada con precisión: Entrada por El Zapotal, un poblado cercano a Vueltamina, Guatemala, y huida en dirección a Pacayal. Una ruta que sugiere conocimiento del terreno, una planificación previa que hiela la sangre.
Guadalupe Victoria, un punto en el mapa, un lugar donde la línea fronteriza entre México y Guatemala se convierte en una cicatriz, en un territorio vulnerable al trasiego de sustancias peligrosas y otros productos ilícitos. La porosidad de la frontera, la falta de recursos y la presencia de grupos criminales han convertido a este municipio en un escenario recurrente de violencia. Los habitantes, cansados de vivir con miedo, exigen al gobernador Eduardo Ramírez acciones concretas. Su clamor resuena con fuerza: la presencia de la Fuerza de Reacción Inmediata Pakal para restablecer el orden y la seguridad.
Este ataque no es un hecho aislado. Es un síntoma de una enfermedad que corroe las entrañas de la región. La violencia, como una plaga, se extiende, dejando a su paso un reguero de dolor e impotencia. La población de Guadalupe Victoria merece vivir en paz. Merece que las autoridades garanticen su seguridad. Merece que la justicia alcance a los responsables de este y otros actos de violencia que han ensombrecido su historia. ¿Será este el punto de inflexión? ¿La gota que derrame el vaso y obligue a tomar medidas drásticas? El tiempo, y la respuesta de las autoridades, lo dirán. Mientras tanto, la angustia y la incertidumbre siguen reinando en Guadalupe Victoria.
Fuente: El Heraldo de México