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26 de julio de 2025 a las 09:20

Putin desafía al mundo

Las bravatas arancelarias de Donald Trump parecen resbalar sobre la coraza del Kremlin. Para un Vladimir Putin inmerso en el conflicto ucraniano, la amenaza de aranceles del 100% se percibe como un eco distante, casi irrelevante en medio del estruendo de la guerra. Tres años de sanciones impuestas por Occidente, por la Unión Europea y Estados Unidos, han curtido la piel del oso ruso, que ha encontrado en China un aliado dispuesto a amortiguar el golpe, adquiriendo su petróleo, aunque a precios reducidos. Este salvavidas económico ha permitido a Moscú mantenerse a flote en un conflicto que, a estas alturas, ni los propios rusos parecen celebrar.

La narrativa de Trump sobre sus conversaciones telefónicas con Putin dibuja la imagen de un diálogo sordo, de un mandatario ruso impasible ante los llamados a la paz. Este aparente desdén ha provocado la ira del magnate, quien, tras agasajar y luego denostar públicamente a Putin, ha virado su atención hacia Volodímir Zelenski, instándolo a atacar el corazón mismo de Rusia: Moscú y San Petersburgo. Un giro drástico que contrasta con su promesa electoral de no financiar más guerras, incluida la de Ucrania. Ahora, en un intento por apaciguar a su electorado, promete armas a los ucranianos, asegurando que la factura la pagarán sus socios de la OTAN. Un discurso que recuerda a sus promesas sobre el muro fronterizo con México.

Sin embargo, detrás de la retórica belicista, se esconde una motivación más pragmática. El verdadero interés de Trump en Ucrania no reside en el alto al fuego, sino en la explotación de las vastas reservas de tierras raras del país. Un acuerdo que, convenientemente, vendría acompañado de apoyo armamentístico y una mediación para la tregua.

Putin, curtido en mil batallas políticas, observa con indiferencia las amenazas de Trump. Con Crimea bajo su control desde 2014, y una porción significativa del territorio ucraniano –Luhansk, Donetsk, Zaporiya, Jersón, y partes de Járkov, Sumy y Dnipropetrovsk– en sus manos, el líder ruso se muestra imperturbable. Su postura es clara: estas regiones son ahora parte de Rusia, y Kiev debe aceptar esta realidad para alcanzar la paz. Un objetivo intermedio en su camino hacia la conquista de la capital ucraniana.

Si bien es cierto que nuevos aranceles podrían asfixiar la economía rusa, un simple gesto de Putin hacia Trump podría cambiar el curso de los acontecimientos. Un respaldo a la candidatura del magnate al Nobel de la Paz, como la que en su momento benefició a Benjamin Netanyahu, podría ser suficiente. Una estrategia más sutil que la empleada por Mark Rutte, quien, al dirigirse a Trump como "papi", logró un cambio radical en la postura del estadounidense frente a Rusia.

En este juego de ajedrez geopolítico, las amenazas y las sanciones son solo piezas en el tablero. Las verdaderas intenciones se ocultan tras las cortinas del poder, en un escenario donde la diplomacia y los intereses personales se entrelazan en una danza compleja y peligrosa. El futuro de Ucrania, y del mundo, pende de un hilo, mientras los líderes mundiales juegan su partida.

Fuente: El Heraldo de México