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26 de julio de 2025 a las 18:10
Jorge Gil: La sangre de Paco Stanley me salpicó
Veinticinco años después, el fantasma del 7 de junio de 1999 sigue recorriendo los pasillos de la memoria colectiva mexicana. El brutal asesinato de Paco Stanley, un ícono de la televisión, dejó una herida profunda en el corazón del país. Y ahora, Jorge Gil, su compañero en el programa "¡Pacátelas!", rompe el silencio y nos ofrece un testimonio desgarrador, un relato en primera persona que nos estremece y nos obliga a revivir aquel trágico día.
Gil no se anda con rodeos. Desmiente la versión edulcorada que se ha presentado en algunas producciones recientes y nos remite a su propia crónica de los hechos, escrita hace años, como la fuente más fidedigna. Se ha distanciado de todos los involucrados, buscando quizá la paz que la justicia terrenal no le ha podido otorgar. Con la serenidad que da el paso del tiempo, aunque con la voz quebrada por el recuerdo, describe una escena dantesca.
No solo presenció la muerte de su amigo, sino que la vivió en carne propia. La sangre de Paco Stanley lo salpicó, un recordatorio brutal e imborrable de la violencia que se desató aquel día. "Me salpicó su sangre…", repite, como si aún pudiera sentirla en su piel. Describe con precisión escalofriante la trayectoria de las balas, cuatro impactos en la cabeza de Stanley, que acabaron con su vida en cuestión de segundos. Relata cómo la sangre de su amigo manchó el techo de la camioneta, una imagen que lo persigue hasta el día de hoy. Recuerda el quinto y sexto disparo, dirigidos hacia él, como si el destino le hubiera dado una segunda oportunidad.
Superar una experiencia así no es tarea fácil. Gil confiesa que ver morir a alguien de esa manera es devastador. La terapia no ha sido su camino, sino el apoyo incondicional de su familia y la fe en Dios, los pilares que lo han sostenido a lo largo de estos años. Ha encontrado la fortaleza para seguir adelante, aunque las cicatrices del pasado permanezcan.
El silencio de Mario Bezares, otro de los presentes aquel día, es otro de los temas que aborda Gil. La ausencia de Bezares en el hospital, la falta de contacto posterior, son interrogantes que aún hoy lo atormentan. No busca culpables, dice, pero la falta de una explicación, de un gesto de apoyo, deja un vacío inexplicable. “Jamás puso un pie…”, lamenta, dejando entrever la decepción y la perplejidad que aún siente. A pesar de todo, le desea paz y armonía, demostrando una grandeza de espíritu que conmueve.
El testimonio de Jorge Gil no es solo un relato de los hechos, es un grito silencioso de dolor, un llamado a la memoria, una reflexión sobre la fragilidad de la vida y la importancia de la verdad. Sus palabras resuenan con fuerza, nos interpelan y nos obligan a recordar a Paco Stanley, no solo como una figura pública, sino como un ser humano cuya vida fue truncada de manera violenta. Y nos recuerdan también la importancia de la justicia, de la verdad y de la memoria, para que tragedias como esta no se repitan.
Fuente: El Heraldo de México