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26 de julio de 2025 a las 21:15

Gobiernos que piden perdón, ¿se fortalecen?

El eco de la historia resuena con fuerza en el Zócalo capitalino. Siete siglos han transcurrido desde la fundación de México-Tenochtitlán, una efeméride que nos invita a reflexionar sobre nuestro pasado, a reconocer las heridas que aún persisten y a construir un futuro basado en la justicia y la reconciliación. Las palabras de la presidenta Claudia Sheinbaum, pronunciadas con la solemnidad que la ocasión amerita, han abierto un debate crucial sobre la importancia del perdón en la construcción de una identidad nacional sólida y cohesionada.

No se trata, como algunos podrían argumentar, de reabrir viejas heridas o de alimentar resentimientos. Se trata, más bien, de un acto de valentía, de mirar de frente nuestro pasado con honestidad y asumir la responsabilidad que nos corresponde. Pedir perdón por las atrocidades cometidas durante la Conquista no es un signo de debilidad, sino todo lo contrario: es una muestra de fortaleza, de madurez política y de un profundo compromiso con la verdad. Es reconocer que la historia no se puede borrar, pero sí se puede aprender de ella para construir un presente más justo y un futuro más esperanzador.

La colonización, como bien lo señaló la mandataria, no sólo sometió los cuerpos, sino que también intentó someter las mentes. Buscó borrar de raíz la identidad indígena, sembrar la vergüenza y la negación de nuestras propias raíces. Por siglos, se nos impuso una narrativa que minimizaba los horrores de la Conquista y exaltaba las supuestas bondades del imperio español. Es hora de romper con esa narrativa, de reivindicar la grandeza de las culturas prehispánicas y de reconocer el aporte fundamental de los pueblos originarios a la construcción de nuestra identidad nacional.

La Cuarta Transformación, en este sentido, representa un punto de inflexión en la historia de México. No se limita a ser un proyecto económico o político, sino que se erige como un proyecto de dignidad, un proyecto que busca saldar la deuda histórica con los pueblos indígenas. Reivindicar su lugar, su tierra, su agua, su cultura, su palabra, sus derechos, es un acto de justicia fundamental para la construcción de una sociedad verdaderamente igualitaria y plural.

La representación de la fundación de Tenochtitlán en la plancha del Zócalo cobra, en este contexto, un significado especial. Es una forma de honrar la memoria de nuestros ancestros, de recordar sus luchas y sus anhelos, de reconocer su legado. Es una invitación a reflexionar sobre el camino recorrido y a renovar nuestro compromiso con la construcción de un México más justo, más inclusivo y más respetuoso de su diversidad cultural. Un México donde la memoria histórica no sea un motivo de división, sino un motor de reconciliación y un cimiento sólido para un futuro compartido.

El debate sobre el perdón histórico apenas comienza. Es un debate complejo, que requiere de sensibilidad, de empatía y de una profunda comprensión de las heridas del pasado. Pero es un debate necesario, un debate que nos permitirá avanzar hacia una sociedad más justa y reconciliada consigo misma. La historia nos llama a la reflexión, a la acción y a la construcción de un futuro donde la dignidad y la justicia sean los pilares fundamentales. Y el eco de esa historia, resonando en el corazón del Zócalo, nos recuerda que el camino hacia la reconciliación es un camino que debemos recorrer juntos.

Fuente: El Heraldo de México