
25 de julio de 2025 a las 09:30
Rejuvenece tu imagen
La maquinaria propagandística del oficialismo trabaja a destajo, cual malabaristas en un circo en llamas, intentando rescatar la imagen inmaculada del licenciado López. Esa figura mesiánica, adalid de la pureza y azote de la corrupción, que con tanta destreza vendió a la nación, se desmorona día a día ante la cruda realidad de su legado. Las grietas, antes apenas perceptibles, se ensanchan a un ritmo vertiginoso, revelando las contradicciones de un discurso que se desvanece como espejismo en el desierto.
El escándalo que emana de Tabasco, cual miasma pestilente, complica aún más la tarea de los devotos propagandistas. No se trata de una simple mancha, sino de una cicatriz profunda que amenaza con infectar todo el cuerpo político. El nombramiento, por parte de Adán Augusto, de un personaje ligado al crimen organizado como responsable de la seguridad pública no es un simple error de cálculo, sino un síntoma de una enfermedad más grave. La supuesta amistad de treinta años con el imputado, bendecida por la mirada cómplice del propio presidente López, pone en entredicho la tan cacareada lucha contra la corrupción. El argumento de la "politiquería" suena, ahora, a excusa pueril, a intento desesperado de tapar el sol con un dedo.
La "Operación Lavado de Cara" enfrenta un obstáculo formidable: el hedor a podredumbre que llega desde Tabasco, impregnando el ambiente político y extendiéndose como una mancha de aceite hasta Chiapas, hasta la mismísima Chingada. Jorge Zepeda, con su pluma afilada, disecciona la figura de Adán Augusto y cuestiona la prolongada indulgencia del presidente. Su respuesta, envuelta en un halo de misticismo, apela al pragmatismo, a la necesidad de sacrificar la pureza en aras de un bien mayor. Una justificación que recuerda a las viejas estrategias de los "santos revolucionarios", dispuestos a manchar su alma con tal de redimir al pueblo.
Lorenzo Meyer, con la audacia que le otorga la edad, se suma a la defensa del líder. Su interpretación, aún más descarada, atribuye al señor de La Chingada una astuta estrategia de contención: mantener cerca a los enemigos para neutralizarlos. Así, la cercanía con figuras controvertidas como Adán Augusto o Ricardo Monreal se convierte en una jugada maestra, en un movimiento táctico para preservar el poder.
Sin embargo, estos argumentos, por ingeniosos que sean, no logran ocultar la evidencia. Las loas al Chapo, el agradecimiento al crimen organizado tras las elecciones, los culiacanazos y los abrazos, dibujan un patrón de conducta, una "sospechosa naturalidad" en el trato con el narcotráfico que compromete no solo al expresidente, sino a todo el movimiento que encabeza. Las fotografías con criminales, la desfachatez de algunos gobernadores, son piezas de un rompecabezas que revela una realidad incómoda, una verdad que la comentocracia oficialista intenta ocultar bajo un manto de retórica y justificaciones.
Fuente: El Heraldo de México