En la historia dorada del Club Universidad Nacional, repleta de nombres que evocan goles y ovaciones, brilla con luz propia la figura de Alberto Etcheverry. Mucho antes de los cánticos dedicados a Hugo Sánchez, de la magia de Luis Flores, de la potencia de Cabinho o la garra de Bruno Marioni, Etcheverry se erigió como el primer artillero en conquistar el título de goleo vistiendo la casaca auriazul. Su historia, breve pero intensa, merece ser recordada, no solo por los números, sino por el impacto que generó en una época donde los Pumas comenzaban a labrar su identidad como semillero del fútbol mexicano.

Paradójicamente, este primer ídolo goleador no surgió de la cantera universitaria. Llegó desde Argentina, con una trayectoria ya labrada en clubes de renombre como Boca Juniors y Chacarita Juniors, y con la experiencia de haber deslumbrado en la liga mexicana con el León e Irapuato. Su arribo a Pumas en la temporada 1963-1964 fue un presagio de lo que vendría: una explosión de talento y goles que lo catapultaría a la cima de la tabla de goleadores con 20 tantos, una cifra impresionante para la época. Etcheverry no solo se convirtió en el máximo anotador del torneo, sino que inscribió su nombre para siempre en los anales del club como el primer Puma en alcanzar semejante distinción.

Lo singular de su historia radica en la brevedad de su paso por el Pedregal. A pesar de haber jugado solo una temporada con los universitarios, su huella quedó marcada a fuego. Veinte goles en un solo torneo bastaron para forjar una leyenda. Una leyenda que trasciende las estadísticas y se convierte en un símbolo de la capacidad goleadora que siempre ha caracterizado al equipo. Etcheverry demostró que la calidad no entiende de tiempos ni de permanencias, sino de entrega y pasión en cada partido.

Tras su paso fugaz pero memorable por Pumas, Etcheverry continuó su carrera en Atlante y Jabatos de Nuevo León, donde finalmente colgó las botas para iniciar una nueva etapa como entrenador. Su legado, sin embargo, permaneció intacto en la memoria de los aficionados universitarios. Un legado que se renueva con cada evocación de su nombre, con cada recuerdo de sus goles, con cada mención de su título de goleo.

El 28 de agosto de 2014, a la edad de 81 años, Alberto Etcheverry falleció en León, Guanajuato, víctima de complicaciones derivadas de la diabetes. Su partida física no significó el olvido. Por el contrario, reforzó su leyenda. La leyenda del primer gran goleador Puma. Un argentino que, a pesar de su breve paso, se ganó un lugar eterno en el corazón de la afición universitaria. Un nombre que se pronuncia con respeto y admiración, un nombre que recuerda que la historia de Pumas está escrita con goles y con la pasión de aquellos que, como Etcheverry, dejaron su alma en la cancha.

Su recuerdo permanece vivo, no solo en las crónicas deportivas, sino en el espíritu de un club que siempre ha buscado el gol como seña de identidad. Alberto Etcheverry, el primer campeón de goleo de Pumas, un nombre que resuena en el eco de los goles que se celebran en el Estadio Olímpico Universitario. Un nombre que, a pesar del tiempo transcurrido, sigue inspirando a las nuevas generaciones de delanteros que sueñan con emular su hazaña y escribir su propio capítulo en la gloriosa historia del Club Universidad Nacional.