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25 de julio de 2025 a las 23:45
¿Discriminación en el Mundial 2026?
La euforia mundialista se acerca a pasos agigantados. México, Estados Unidos y Canadá se preparan para recibir la fiesta del fútbol en menos de un año. Sin embargo, tras la fachada de celebración, se percibe un aroma a discordia, una serie de problemas que amenazan con empañar el esperado evento. Mientras las promesas de un torneo sin precedentes, con estadios renovados y un boom turístico, inundan los medios, la realidad en las calles pinta un escenario distinto.
El reciente episodio protagonizado por Javier "Chicharito" Hernández y sus comentarios en redes sociales, más allá de la polémica generada, deja al descubierto una herida profunda en la sociedad mexicana: el machismo y la xenofobia siguen vigentes, incluso entre las figuras que deberían ser ejemplo de deportividad y respeto. Resulta paradójico que quienes han sido imagen de campañas que promueven la integración y la tolerancia, terminen propagando mensajes que contradicen estos valores. ¿Cómo es posible que el "equipo de todos los mexicanos" esté manchado por la discriminación?
Paralelamente, las calles de la Ciudad de México se han convertido en escenario de protestas contra la gentrificación. Minimizar estas manifestaciones como simples quejas contra la llegada de extranjeros es ignorar el verdadero problema: el desplazamiento de comunidades locales, el aumento descontrolado de los precios, la discriminación y la apropiación cultural disfrazada de modernización. Este descontento social, si no se atiende con seriedad, podría estallar durante el Mundial, convirtiéndose en una sombra sobre la celebración. No se trata de rechazar el turismo, sino de replantear la forma en que se integra a los visitantes, considerando que no todos tienen los mismos recursos y que para muchos, la "reinvención urbana" significa la pérdida de su hogar y su identidad.
Al norte de la frontera, la situación se complica aún más. Las políticas migratorias implementadas durante la administración Trump, con sus nuevos requisitos y restricciones, amenazan con impedir la entrada a miles de aficionados, principalmente latinos, que soñaban con asistir al Mundial. Esta retórica antiinmigrante, ahora convertida en ley, envía un mensaje claro: mientras se abren las puertas de los estadios, se cierran las fronteras a quienes buscan disfrutar del deporte. El racismo y la discriminación, lamentablemente, también juegan en la cancha.
En medio de este panorama sombrío, un rayo de luz nos recuerda el verdadero significado del respeto. La despedida de Dustin Poirier tras su combate contra Max Holloway fue un ejemplo de deportividad y honor. En una era donde la intolerancia y el insulto fácil se han normalizado, especialmente en redes sociales, ver a dos atletas entregarse al máximo y abrazarse con respeto al final del encuentro, nos devuelve la fe en el deporte.
Este gesto debería ser una lección para los organizadores del Mundial 2026. Más allá de los partidos, los goles y la euforia, debemos considerar el contexto social que rodea al evento. Las calles estarán llenas de contrastes, de migrantes detenidos en aeropuertos, de aficionados marginados. Hablar de fútbol es hablar también de la gente que lo vive, de las injusticias que lo rodean. A medida que se acerca el Mundial, crece la necesidad de exigir que este evento no sea solo un negocio, sino un reflejo de nuestra sociedad. Un espejo donde podamos vernos con honestidad y comenzar a corregir nuestros errores.
La fiesta del fútbol no puede ser completa si existen personas excluidas por su origen, género, idioma o situación económica. La intolerancia no puede ganar el partido. ¿Qué legado dejará este Mundial? La respuesta está en nuestras manos.
Te leo.
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Fuente: El Heraldo de México