
25 de julio de 2025 a las 10:20
Descubre los virales de la 4T
La autoproclamada superioridad moral de Morena se desmorona a pedazos con cada nuevo escándalo. Mientras sus discursos pregonan la austeridad, el respeto a las instituciones y la lucha contra la corrupción, sus acciones pintan un panorama completamente distinto, una tragicomedia de errores, excesos y contradicciones que deja a la ciudadanía entre la incredulidad y la indignación.
Es un desfile constante de metidas de pata, una competencia involuntaria por ver quién comete el mayor despropósito. Desde narcoplayeras hasta amenazas de muerte, pasando por homenajes fúnebres a estrellas de rock con dinero público, los morenistas parecen empeñados en demostrar que la línea entre lo sublime y lo ridículo es tan delgada como un tuit. Su torpeza política es tan evidente, tan grotesca, que raya en lo infantil. Se esfuerzan por subirse a la ola de lo "woke", por abrazar la corrección política, pero terminan naufragando en un mar de incongruencias. Quieren ser paladines de la justicia social, pero sus acciones a menudo perpetúan las mismas desigualdades que dicen combatir. Los ejemplos abundan: Adán Augusto López, Gerardo Fernández Noroña, Ricardo Monreal, "Andy" López Beltrán, Andrea Chávez, Ricardo Gallardo… la lista es larga, y cada día se suma un nuevo personaje a esta tragicomedia política.
Lo preocupante es que esta avalancha de desatinos comienza a normalizarse. La sociedad, aturdida por el constante bombardeo de escándalos, empieza a ver estos comportamientos como algo cotidiano, perdiendo la capacidad de indignarse. Y esta normalización es un peligro para la democracia, un caldo de cultivo para la impunidad.
El caso de la diputada “Dato Protegido” es paradigmático. Más allá del escarnio público que sufrió, la verdadera gravedad reside en la desproporcionada reacción del Tribunal Electoral, que, con Mónica Soto al frente, descargó todo el peso del Estado sobre una ciudadana por el simple hecho de expresar su opinión. Una sanción que sienta un peligroso precedente y que coarta la libertad de expresión. Se habla mucho de la diputada, pero poco de la responsabilidad del Tribunal en este caso. ¿Quién vigila a los vigilantes?
Y qué decir del bochornoso espectáculo de los legisladores morenistas rindiendo homenaje a Ozzy Osbourne con recursos públicos, mientras se niegan a debatir sobre temas cruciales para el país, como el caso del exsecretario de Seguridad de Tabasco, Hernán Bermúdez. La selectividad de sus indignaciones, su evidente protección a figuras cercanas al poder, demuestra una preocupante falta de ética y transparencia.
Claudia Sheinbaum reprueba estas conductas, sí, pero sus reclamos parecen caer en oídos sordos. Monreal, Noroña, todos parecen haber aprendido del maestro en el arte de la teflónica indiferencia. El viento se lleva sus palabras, como se lleva las hojas secas en otoño.
Mientras tanto, el Tribunal Electoral sigue dando de qué hablar. La discusión sobre las 45 vacantes en la Elección Judicial, entre la costosa opción de una elección extraordinaria propuesta por Reyes Rodríguez y la "solución salomónica" de Janine Otálora, deja en evidencia la complejidad del sistema y la necesidad de una reforma profunda. ¿Qué decidirán Mónica Soto, Felipe de la Mata y Felipe Fuentes? La incertidumbre persiste.
En fin, como diría ese filósofo cuyo nombre se me escapa, de la dignidad al ridículo hay un solo paso… un tuit, un viaje a España, o una narcoplayera. La tragicomedia morenista continúa.
Fuente: El Heraldo de México