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25 de julio de 2025 a las 09:25

Descubre la pasión taurina

La tauromaquia, mucho más que un simple espectáculo, es una forma de vida, una herencia que corre por las venas y se manifiesta en cada pase, en cada encuentro con el toro. Para mí, Diego Silveti, descendiente de una dinastía taurina con más de un siglo de historia, el toreo es una pasión arraigada, un compromiso inquebrantable con una tradición que me define y me conecta con mis antepasados. No se trata solo de la adrenalina del ruedo, sino del silencio previo, de la disciplina rigurosa, de la preparación mental y espiritual que exige esta profesión. Es una entrega total, un poner la vida en juego, literal y metafóricamente, en cada faena. Y esa emoción, esa conexión única con el animal, es incomparable.

Esta pasión, este respeto por la tradición, no es exclusiva del mundo taurino. Se extiende a otras disciplinas arraigadas en nuestra cultura, como la charrería, la crianza de gallos de pelea, las escaramuzas. Son expresiones de identidad, vehículos de memoria que nos conectan con nuestras raíces, con la tierra, con la historia de nuestros pueblos. Cada corrida, cada cabalgata, cada grito de "¡Vive Libre!" resuena con la fuerza de generaciones pasadas, con el orgullo de portar un apellido, un traje charro, una tradición familiar.

Entendemos que para algunos estas prácticas son difíciles de comprender. La visión externa a menudo se simplifica, se reduce a una imagen incompleta que no refleja la profunda relación que establecemos con los animales. Quienes nos dedicamos a la crianza del toro, al cuidado del gallo de pelea, desarrollamos un vínculo especial con ellos. Los criamos, los cuidamos con respeto y dedicación, aprendemos su lenguaje, sus gestos. Hay años de trabajo, de sensibilidad, de vida entregada a su bienestar, una historia que va mucho más allá de lo que se percibe desde fuera.

Además del innegable valor cultural y emocional, estas tradiciones son el sustento de miles de familias. Vaqueros, herradores, caballerangos, vendedores, músicos, talabarteros, todos ellos forman parte de un ecosistema económico que depende de la continuidad de estas prácticas. En muchas comunidades rurales, donde las alternativas laborales son escasas, estas actividades representan la única fuente de ingresos, la posibilidad de un futuro digno. Prohibirlas significaría condenar a estas familias a la incertidumbre, desconocer el valor de sus conocimientos y oficios ancestrales, romper el tejido social que las sostiene.

Hoy, nuestra libertad de elegir, de vivir nuestra cultura, está amenazada. La prohibición de estas tradiciones no solo representaría la pérdida de una forma de arte, sino la mutilación de una parte esencial de nuestra identidad. Se silenciarían comunidades enteras, se perderían saberes campesinos transmitidos de generación en generación, se borraría una parte fundamental de la historia de México.

Por eso, mi llamado es a la defensa de nuestras tradiciones. Preservarlas es mantener viva nuestra historia, honrar la memoria de nuestros antepasados, asegurar un futuro con identidad. Celebrar nuestras raíces no es mirar al pasado, es construir un futuro con la fuerza y la sabiduría que nos legaron. ¡Vive Libre!

Fuente: El Heraldo de México