
24 de julio de 2025 a las 09:25
México: ¿Listo para su propio 3-8-20?
La experiencia china, con su impresionante transformación económica, nos invita a reflexionar sobre la importancia de la planificación estratégica a largo plazo. El Plan 3-8-20, impulsado por Xi Jinping desde sus inicios en la provincia de Fujian, no fue una simple declaración de intenciones, sino un proyecto meticulosamente diseñado y ejecutado a lo largo de dos décadas. Este plan, con sus etapas claramente definidas (3, 8 y 20 años), se centró en establecer bases sólidas para el desarrollo, mejorar la calidad de vida y alcanzar un nivel de modernización comparable al de las ciudades más avanzadas de Asia. La clave de su éxito radicó en la combinación de inversión pública, capital privado nacional e inversión extranjera, una estrategia que Xi Jinping implementó con pragmatismo durante sus 16 años en la región de Fuzhou y Xiamen.
El desarrollo de Xiamen, una de las zonas económicas especiales de China, sirvió como modelo para la aplicación del Plan 3-8-20. Xi Jinping, como subalcalde de Xiamen, participó activamente en la elaboración de un plan estratégico a 15 años (1985-2000). Este plan no solo estableció un innovador sistema financiero híbrido, sino que también impulsó la creación de instituciones clave como Xiamen Airlines, un símbolo del despegue internacional de la zona. La filosofía de Xi Jinping se basaba en la escucha activa de las necesidades ciudadanas, en un enfoque pragmático alejado de imposiciones desde arriba, y en la concepción del servicio público como una responsabilidad de transformación, no como una vía para el enriquecimiento personal.
En contraste, México se enfrenta a desafíos estructurales que parecen perpetuarse en el tiempo: desigualdad, pobreza, crecimiento económico limitado, una informalidad laboral que absorbe a más de la mitad de la fuerza laboral, y una desconexión histórica entre la política pública, la planificación a largo plazo y la educación. A diferencia del modelo chino, México carece de una estrategia nacional de desarrollo que trascienda los ciclos sexenales. La discontinuidad política, los cambios de rumbo cada seis años y la falta de inversión sostenida en áreas cruciales como la ciencia, la tecnología y la infraestructura, dificultan la construcción de un plan a largo plazo similar al 3-8-20.
Sin embargo, México no está desprovisto de fortalezas. Su proximidad geográfica con Estados Unidos, la riqueza de sus recursos naturales, una población joven y su potencial logístico en el contexto del nearshoring representan ventajas estratégicas significativas. El elemento faltante es una visión de largo alcance, integral y realista, que no esté sujeta a los vaivenes políticos, sino que se construya sobre un consenso técnico, académico y social.
Una diferencia crucial entre ambos modelos radica en el papel de la educación. Mientras China ha invertido masivamente en formación técnica, investigación aplicada y disciplina organizacional, en México la educación pública ha sufrido históricamente de subfinanciamiento y una desconexión con el aparato productivo. El modelo chino fomentó el conocimiento local, la transferencia de tecnología y el desarrollo de capacidades en los gobiernos locales, donde funcionarios como Xi Jinping se formaron no solo en la administración, sino también en el contacto directo con la ciudadanía y la ejecución de proyectos de gran envergadura.
México no debe, ni puede, replicar el modelo chino. Las realidades históricas, políticas y culturales son distintas. Sin embargo, sí puede extraer lecciones valiosas de la experiencia china: la importancia del diagnóstico profundo, la planificación a largo plazo, la disciplina institucional, la continuidad en el tiempo y la conexión entre educación, infraestructura e inversión productiva.
Para construir un futuro más justo, moderno y competitivo, México necesita trascender la gestión de lo inmediato y pensar en décadas, no en sexenios. Es imperativo formar cuadros con vocación de servicio público, no con ambiciones personales; invertir en conocimiento, no solo en coyunturas. China no se convirtió en una potencia de la noche a la mañana. Lo logró gracias a una visión clara y a largo plazo. Es hora de que México encuentre la suya.
Fuente: El Heraldo de México