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24 de julio de 2025 a las 09:30

Fútbol: ¿Adiós al juego bonito?

La fiebre del fútbol se apoderó de Estados Unidos, pero con un sabor decididamente diferente. El Mundial de Clubes 2025, celebrado en suelo norteamericano, batió récords de audiencia, sí, pero a un costo que muchos consideran exorbitante: la americanización, casi una caricatura, del deporte rey. ¿Fue un anticipo de lo que nos espera en el Mundial 2026? La pregunta queda flotando en el aire, dejando un regusto amargo a quienes atestiguaron la transformación del torneo.

Desde el primer silbatazo, la impronta estadounidense se hizo sentir. El formato, los criterios de clasificación, incluso el venerable trofeo, todo fue moldeado a imagen y semejanza del espectáculo deportivo al estilo estadounidense. La audiencia televisiva explotó, claro, pero ¿a qué precio? El aroma a palomitas de maíz y hot dogs reemplazó al del césped recién cortado, el rugido de la multitud se diluyó entre anuncios y jingles, y el ritmo del juego, tradicionalmente fluido y orgánico, se fragmentó en una sucesión de cortes publicitarios y "entretenimiento" prefabricado.

La metamorfosis fue completa. El grito de guerra del boxeo, el "Are you ready to rumble?", resonó en los estadios antes de los partidos de eliminación directa, un eco extraño en un contexto futbolístico. Las presentaciones individuales de los jugadores, al más puro estilo NBA, reemplazaron la tradicional formación en la cancha. Y el espectáculo del medio tiempo… ¡qué decir! Una explosión de luces, música y coreografías que nada tenía que envidiar al Super Bowl, pero que se alejaba años luz de la genuina tradición futbolera.

Pero más allá de la estética, la esencia misma del deporte se vio afectada. Las gradas, desangeladas, reflejaban la desconexión del público local con el fútbol. La vibrante marea latina, esa que colorea y anima los estadios en cualquier rincón del mundo, estuvo ausente, silenciada por un formato que parecía diseñado para atraer a un público ajeno a la pasión futbolística. Y los jugadores, obligados a competir en un torneo innecesariamente extenso, bajo condiciones climáticas a menudo adversas, pagaron el precio físico de esta apuesta comercial.

La FIFA, una vez más, parece haber priorizado el beneficio económico por encima del bienestar de los atletas y la integridad del deporte. La alargada sombra del dólar se proyecta sobre el campo de juego, transformando el torneo en un producto de consumo masivo, diseñado para satisfacer los caprichos del mercado estadounidense. ¿Es este el futuro del fútbol? Un espectáculo grandilocuente, sí, pero vacío de la pasión y la autenticidad que lo han convertido en el deporte más popular del planeta.

La experiencia del Mundial de Clubes 2025 deja un interrogante inquietante: ¿qué nos espera en el Mundial 2026? Si este torneo fue un anticipo, podemos esperar una americanización aún más profunda, una transformación radical que podría desnaturalizar el deporte rey. La esperanza, sin embargo, persiste. La pasión de los verdaderos aficionados, la magia del juego en sí misma, son fuerzas poderosas que podrían resistir la embestida comercial. El tiempo, como siempre, dirá la última palabra. Mientras tanto, la inquietud permanece.

Fuente: El Heraldo de México