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24 de julio de 2025 a las 09:26

El deber del autocuidado

El cuidado, ese pilar invisible que sostiene nuestras vidas, se despliega en una red compleja y a menudo silenciosa. Desde la infancia hasta la vejez, todos dependemos de él, ya sea en la calidez de un hogar ordenado, en la provisión de alimentos nutritivos o en la atención dedicada a quienes más lo necesitan. Sin embargo, esta labor fundamental, esencial para nuestro bienestar individual y colectivo, permanece en la sombra, desprovista del reconocimiento y la remuneración que merece. Se asume como una constante incuestionable, una tarea "natural" que, casi por arte de magia, garantiza el confort y la funcionalidad de nuestros días. Rara vez nos detenemos a preguntarnos quién realiza estas tareas, qué sacrificios implican y cómo impactan en sus trayectorias vitales.

La invisibilización del cuidado perpetúa una lógica de desigualdad profundamente arraigada en nuestros contextos sociales y culturales. En la mayoría de los casos, son las mujeres quienes asumen la carga principal de estas responsabilidades, lo que limita sus oportunidades laborales, reduce sus ingresos y refuerza estereotipos de género que las confinan al ámbito doméstico. La pandemia, con su impacto disruptivo, puso en evidencia esta realidad preexistente, mostrando con crudeza cómo la crisis sanitaria agudizó las desigualdades y exacerbó la carga de trabajo no remunerado que recae sobre las mujeres. Los datos del Banco Interamericano de Desarrollo son contundentes: la maternidad impacta significativamente en la participación laboral de las mujeres, mientras que en los hombres no se registra ninguna variación. Esta disparidad revela la persistencia de una cultura que asocia la crianza y el cuidado exclusivamente con la figura femenina, ignorando el rol fundamental que pueden y deben desempeñar los padres.

La CEPAL, por su parte, subraya la importancia de la participación laboral de las mujeres para el desarrollo económico. Sin embargo, la realidad muestra que una gran proporción de mujeres en edad productiva se ve obligada a abandonar el mercado laboral para dedicarse a las tareas del hogar y el cuidado. Esta situación no solo representa una pérdida de talento y potencial humano, sino que perpetúa un ciclo de desigualdad que limita el crecimiento económico y social. Las labores domésticas y de cuidado, normalizadas y desvalorizadas, se convierten en un obstáculo para el desarrollo personal y profesional de las mujeres, impidiéndoles acceder a mejores oportunidades y alcanzar su pleno potencial.

El impacto económico del trabajo doméstico no remunerado es considerable. En México, según datos del INEGI, representa un porcentaje significativo del PIB, lo que pone de manifiesto la magnitud de esta contribución invisible a la economía nacional. Es fundamental reconocer el valor económico de estas actividades y implementar políticas públicas que promuevan la corresponsabilidad en el cuidado y faciliten la conciliación entre la vida laboral, familiar y personal.

Urge, por tanto, un cambio de paradigma que reconozca el cuidado como un derecho fundamental y una responsabilidad compartida. Necesitamos políticas públicas que promuevan la igualdad de género, garanticen licencias de paternidad equitativas, fomenten la creación de sistemas nacionales de cuidado y sensibilicen a la sociedad sobre la importancia de la corresponsabilidad. El derecho al cuidado no solo implica el derecho a ser cuidado, sino también el derecho a cuidar en condiciones dignas y equitativas, sin que ello suponga un obstáculo para el desarrollo personal y profesional. Solo así podremos construir sociedades más justas, igualitarias y prósperas, donde el cuidado sea valorado y reconocido como el pilar fundamental que es. El camino hacia la igualdad material requiere de un compromiso firme por parte de las autoridades, las empresas y la sociedad en su conjunto. Es hora de visibilizar el cuidado, de reconocer su valor y de construir un futuro donde la corresponsabilidad sea la norma y la igualdad de oportunidades una realidad para todas y todos.

Fuente: El Heraldo de México