
23 de julio de 2025 a las 09:30
Trump usará el Mundial para su campaña
La sombra de Trump se cierne sobre el Mundial de 2026. Lo que en 2018 se vislumbraba como una fiesta deportiva trinacional, un símbolo de cooperación entre Estados Unidos, México y Canadá bajo el paraguas del T-MEC, se ha transformado en un escenario de incertidumbre y tensión. La llegada del magnate a la presidencia estadounidense, con sus políticas migratorias restrictivas y su retórica incendiaria, ha resquebrajado la armonía inicial, convirtiendo la antesala del evento deportivo en un reflejo de las complejas relaciones geopolíticas de Norteamérica.
El optimismo inicial de la FIFA se ha ido desvaneciendo ante el endurecimiento de las políticas de visados por parte de la administración Trump. La posibilidad de que aficionados de diversos países, muchos de ellos en conflicto diplomático con Estados Unidos, no puedan acceder a los estadios es una preocupación latente que amenaza no solo la atmósfera festiva del Mundial, sino también las proyecciones económicas del evento. ¿Cómo se llenarán las gradas si las restricciones migratorias impiden el acceso a miles de seguidores? ¿Qué impacto tendrá esta situación en la taquilla y en los ingresos previstos por la FIFA?
Más allá de lo económico, subyace la inquietud por el clima social que se respirará en los estadios. La retórica divisiva de Trump y el auge de corrientes supremacistas en Estados Unidos plantean interrogantes sobre la convivencia entre aficionados de diferentes nacionalidades y orígenes étnicos. ¿Será posible una atmósfera de respeto y tolerancia en un contexto marcado por la polarización política y social? La FIFA observa con cautela, consciente de que el éxito del Mundial no se mide solo en goles y victorias, sino también en la capacidad de generar un ambiente de encuentro y celebración global.
Se especula, incluso, que el propio Trump busca instrumentalizar el evento para sus fines políticos. La posibilidad de que utilice el Mundial como plataforma para proyectar su imagen y confrontar a países rivales no es descabellada. Algunos analistas sugieren que el expresidente anhela partidos específicos que le permitan alimentar su narrativa nacionalista y confrontativa a través de su red social, “Truth Social”. La victoria de México sobre Estados Unidos en la Copa Oro, celebrada en suelo estadounidense, añade un ingrediente extra a esta hipótesis, alimentando la posibilidad de un revanchismo trumpista en el marco del Mundial.
La distribución de los partidos también es motivo de controversia. A pesar de que Estados Unidos ya concentra la mayor parte de los encuentros, incluyendo la final, la ambición de Trump parece no tener límites. Se rumorea que pretende acaparar aún más juegos, incluso la inauguración, que inicialmente estaba prevista en la Ciudad de México. Este afán de protagonismo, sumado a las tensiones preexistentes entre los países organizadores, podría añadir un nuevo capítulo a la ya compleja historia de este Mundial.
En los próximos meses, el panorama se irá aclarando. Sin embargo, la incertidumbre persiste. ¿Logrará la FIFA mantener el espíritu deportivo del evento ante las presiones políticas? ¿Podrán los aficionados de todo el mundo disfrutar del Mundial sin restricciones ni temores? ¿Hasta dónde llegará la influencia de Trump en la organización y desarrollo del torneo? Las respuestas a estas preguntas determinarán no solo el éxito deportivo, sino también el legado social y político del Mundial de 2026.
Fuente: El Heraldo de México