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23 de julio de 2025 a las 04:05
Móviles: ¿Dañan la salud mental de los menores de 13?
La era digital nos ha alcanzado a todos, incluso a los más jóvenes. Regalar un teléfono móvil a un niño o adolescente se ha convertido casi en un rito de paso, una forma de integrarlos a un mundo hiperconectado. Sin embargo, esta aparente inocencia tecnológica esconde un lado oscuro que comienza a revelarse con preocupante claridad. Ya no hablamos de un simple capricho, sino de un potencial detonante de problemas de salud mental a largo plazo, tan serio que se lo compara con los efectos devastadores del alcoholismo o el tabaquismo.
Imaginen un niño de apenas 10 años con acceso ilimitado a un universo digital. Si bien puede parecer una herramienta educativa y de entretenimiento, la realidad es que su cerebro, aún en desarrollo, no está preparado para procesar la avalancha de información, estímulos y presiones sociales que conlleva el uso de un smartphone. El estudio publicado en el Journal of Human Development and Capabilities, liderado por la neurocientífica Tara Thiagarajan de la prestigiosa Universidad de Stanford, enciende una alarma que debemos escuchar con atención. Jóvenes de entre 18 y 24 años que tuvieron su primer celular antes de los 13, presentan una mayor predisposición a pensamientos suicidas, agresividad descontrolada y una desconexión preocupante de la realidad. A esto se suma una baja autoestima y una inestabilidad emocional que dificulta su desarrollo personal y social.
¿Cuáles son los mecanismos que desencadenan estas problemáticas? El ciberacoso, un monstruo silencioso que se esconde tras la pantalla, se convierte en una tortura constante para muchos jóvenes. La presión por encajar, la comparación constante con vidas idealizadas en redes sociales, y la exposición a contenidos inapropiados, erosionan su autoestima y distorsionan su percepción del mundo. A esto se suman los trastornos del sueño, provocados por la luz azul de las pantallas y la necesidad de estar “siempre conectado”, que impactan directamente en su salud física y mental. Las relaciones familiares también se resienten, el diálogo se reemplaza por la interacción virtual, y la falta de comunicación genera un abismo entre padres e hijos.
Lo más alarmante es que esta tendencia no se limita a una región específica. El estudio revela que este fenómeno se replica en todo el mundo, con mayor incidencia en países de habla inglesa. La creciente prevalencia de estas patologías en adultos jóvenes nos obliga a replantear la forma en que integramos la tecnología en la vida de nuestros hijos. No se trata de demonizar los dispositivos móviles, sino de ser conscientes de sus potenciales riesgos y promover un uso responsable y equilibrado.
Es crucial establecer límites claros, fomentar el diálogo abierto sobre los peligros del ciberacoso y la importancia de la privacidad online. Educar a nuestros hijos en el uso responsable de la tecnología es tan importante como enseñarles a cruzar la calle con precaución. Su salud mental está en juego y debemos actuar con la misma urgencia y determinación que frente a otras amenazas como el alcohol o el tabaco. El futuro de nuestros hijos depende de ello. No podemos permitir que la tecnología, una herramienta con tanto potencial, se convierta en un arma de doble filo que les robe la salud y el bienestar.
Fuente: El Heraldo de México