
23 de julio de 2025 a las 17:30
Michoacán: Violencia acecha la Costa-Sierra
El miedo se respira en el aire. En Laguna de Calvillo y Coahuayula, el silencio de la noche ya no trae calma, sino la angustiante expectativa del próximo ataque. Desde el sábado pasado, la sombra del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) se cierne sobre estas comunidades, sembrando el terror entre sus habitantes. Ya no se trata de simples rumores, sino de una realidad palpable y brutal: explosiones que rompen la tranquilidad, el eco de armas de alto poder que resuena en la sierra, y el constante temor a las minas terrestres escondidas en los caminos que antes eran símbolo de vida y trabajo.
Imaginen la escena: familias enteras encerradas en sus casas, con las luces apagadas, escuchando los disparos a lo lejos, preguntándose si serán los siguientes. Campesinos que ya no pueden ir a sus tierras, con el miedo de que una mina les arrebate la vida o les deje mutilados. Niños que crecen con el sonido de la violencia como banda sonora de su infancia. Este es el panorama desolador que viven a diario los habitantes de estas comunidades michoacanas.
Los testimonios son escalofriantes. "Llevamos más de dos años bajo amenaza", relata uno de los afectados, con la voz quebrada por la impotencia. Dos años de vivir con el miedo en el estómago, dos años de súplicas a las autoridades que parecen caer en oídos sordos. "¿Qué esperan? ¿Que ocurra una tragedia para que actúen?", pregunta con desesperación. Y es que, a pesar de la presencia de bases militares en la región, la respuesta del gobierno ha sido insuficiente, dejando a la policía municipal y a la comunitaria la tarea de enfrentar, con recursos limitados, la brutalidad del crimen organizado.
La situación se agrava aún más con la información que proviene de áreas de inteligencia: los grupos armados, fuertemente equipados con armamento de guerra como Barretts calibre .50 y ametralladoras Minimi, capaces de disparar una lluvia de balas en cuestión de segundos, ingresan desde el vecino estado de Colima, aprovechando la porosidad de la frontera. Ante semejante poder de fuego, la valentía de los policías locales se antoja casi suicida.
El domingo pasado, la violencia alcanzó un nuevo nivel. Un ataque con explosivos contra la Policía Comunal y varias viviendas dejó una huella imborrable en la memoria colectiva. Las minas terrestres, sembradas con la perversidad de quien busca infundir el terror indiscriminadamente, se han convertido en una amenaza latente para cualquier persona que se atreva a transitar por los caminos rurales.
La pregunta que resuena en el aire es: ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo tendrán que vivir con miedo los habitantes de Laguna de Calvillo y Coahuayula? La exigencia es clara: intervención urgente de las autoridades, retenes militares permanentes y, sobre todo, una estrategia integral que no solo combata los síntomas, sino que ataque las raíces del problema. No se trata solo de capturar delincuentes, sino de brindar seguridad y tranquilidad a una población que vive sumida en el terror. El tiempo se agota, y cada día que pasa sin una respuesta efectiva es un día más de angustia y sufrimiento para estas comunidades olvidadas. El llamado es urgente: ¡No esperemos a la tragedia!
Fuente: El Heraldo de México