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23 de julio de 2025 a las 09:30

La Cuauhtémoc: ¿Víctima del progreso?

La vorágine inmobiliaria que azota a la Ciudad de México, y en particular a la alcaldía Cuauhtémoc, no es un fenómeno inexplicable ni ajeno a la voluntad humana. No se trata de una fuerza invisible e imparable, sino del resultado tangible de decisiones políticas que, bajo la bandera del progreso, han priorizado la especulación inmobiliaria por encima del bienestar de la comunidad. La gentrificación, ese proceso que transforma barrios populares en relucientes escaparates para las élites, es la consecuencia directa de esta dinámica perversa. Basta con recorrer las calles de la Roma, la Condesa, la Juárez o San Rafael para constatar el dramático incremento en los precios de alquiler, que en la última década, según datos de la Sociedad Hipotecaria Federal y Propiedades.com, se han prácticamente duplicado. Este aumento desproporcionado expulsa, de manera sistemática, a los habitantes de toda la vida: comerciantes tradicionales, familias de ingresos bajos y medios, y trabajadores informales, el tejido mismo que da vida y personalidad a estos barrios.

Mientras los grandes capitales celebran la “revitalización” de estas zonas, miles de familias se ven obligadas a abandonar sus hogares, sus raíces, sus redes de apoyo, para migrar a la periferia, a zonas con menor acceso a servicios, a oportunidades, a una vida digna. Este desplazamiento forzado no solo precariza sus condiciones de vida, sino que también fragmenta el tejido social, erosiona la identidad barrial y perpetúa un ciclo de desigualdad que parece no tener fin.

¿Y dónde están las autoridades mientras esto sucede? Aplaudiendo la llegada de las inversiones millonarias, deslumbradas por las promesas de modernidad y progreso, mientras ignoran el clamor de una población que exige vivienda digna, servicios básicos y seguridad. La Comisión Nacional de Vivienda (CONAVI) ha documentado un déficit de más de 8 millones de viviendas adecuadas en el país, y el INEGI, en su Censo 2020, reveló que solo uno de cada tres jóvenes jefes de hogar es propietario de su vivienda. A esto se suma la creciente percepción de inseguridad, documentada por la ENVIPE 2023, que afecta a casi el 63% de los habitantes de la Ciudad de México. Estos datos no son simples estadísticas, son el reflejo de una realidad lacerante que exige soluciones concretas y urgentes.

La precariedad laboral, la falta de acceso a la seguridad social y el desinterés de las autoridades han condenado a las nuevas generaciones a un futuro incierto, sin acceso a crédito, a vivienda digna y a oportunidades de desarrollo. El despojo no se limita a lo material, se extiende a lo cultural, a lo social, a la identidad misma de los barrios. Se arrebata la memoria colectiva, se destruyen las redes comunitarias y se impone un modelo de ciudad pensado para unos pocos, a costa del bienestar de la mayoría.

Para revertir esta situación, no bastan las soluciones cosméticas ni los discursos grandilocuentes. Se requiere una profunda transformación, una verdadera voluntad política que ponga a la gente en el centro de la agenda. Necesitamos una estrategia integral que aborde la problemática desde sus raíces, que promueva la construcción de vivienda social, que fortalezca los servicios públicos, que impulse el desarrollo económico local y que garantice la seguridad de todos los habitantes.

Es imperativo implementar políticas públicas que regulen el mercado inmobiliario, que protejan a los inquilinos de los abusos y que fomenten la participación ciudadana en la planificación urbana. Se deben crear mecanismos de financiamiento accesibles para que las familias de bajos ingresos puedan acceder a una vivienda digna, y se deben fortalecer los programas de apoyo a los pequeños comerciantes y a la economía local.

La Cuauhtémoc no necesita más gobiernos de fachada, necesita un gobierno que la defienda, que la entienda, que escuche las voces de sus habitantes y que tenga el valor de decir no al despojo disfrazado de modernidad. Los retos son enormes, pero no insuperables. Si existe la voluntad política y el compromiso social, podemos construir una Cuauhtémoc más justa, más inclusiva y más humana, una alcaldía donde todos tengan la oportunidad de vivir con dignidad y prosperidad.

Fuente: El Heraldo de México